Hacia la Pascua eterna
Alejandra María Sosa Elízaga*
A ocho días de comenzar la Semana Santa, las tres Lecturas que se proclaman este domingo en Misa coinciden en tocar el tema central que celebramos en el Triduo Pascual, y que da sentido a nuestra fe en Cristo: la Resurrección.
En la Primera Lectura (ver Ez 37, 12-14), Dios promete a Su pueblo: “Yo mismo abriré sus sepulcros...les infundiré Mi Espíritu y vivirán.”
En la Segunda Lectura (ver Rom 8, 8-11), san Pablo dice: “si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales.”
Y en el Evangelio (ver Jn 11, 1-45). Jesús afirma: “Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre.”
Los tres textos bíblicos contienen la misma promesa: que un día Dios nos resucitará.
Es una esperanza que llena de alegría nuestro corazón.
Ante la muerte de seres queridos, ante la perspectiva de nuestra propia muerte, ¡qué consuelo tener la certeza de que la muerte no es un final, un sumirse en un hoyo negro y perderse en la nada, sino una puerta que nos da paso a una realidad eterna que puede ser maravillosa si la vivimos con Dios!
Estamos a unos cuantos días de celebrar que la Resurrección es real, un hecho histórico, un acontecimiento que en verdad sucedió, y que ha cambiado radicalmente nuestro modo de ver nuestra vida en este mundo, no ya como un simple irla pasando lo mejor que se pueda porque al morir todo se va a acabar, sino como antesala de la eternidad.