Si soy así
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘Si soy así, ¿qué voy a hacer?’
Así empezaba un famoso tango argentino que cantaba Carlos Gardel, allá por los años treintas del siglo pasado.
Y lo que seguía después pretendía justificar esa primera frase: ‘nací buen mozo y embalao para el querer’; ‘con las mujeres no me puedo contener’; ‘es el destino el que me empuja a serte infiel’; ‘las viuditas, las casadas y solteras, para mí son todas peras, en el árbol del amor’.
Fue un gran éxito. Por lo visto mucha gente se identifica con eso de justificar el propio modo de actuar diciendo: ‘así nací, así soy, ni modo, no puedo evitarlo’.
Incluso entre personas creyentes no falta quien no admite tener culpa en lo que hace, sino que le echa toda la culpa a Dios, dice: ‘así me hizo Dios’, como diciendo: ‘¿quién le manda?, si me hubiera hecho de otro modo, no haría yo esto, no caería en aquello, no pecaría de tal modo’.
Nos encanta deslindarnos de toda responsabilidad, voltear a ver a qué o quién le echamos la culpa.
Ahí tenemos el relato sobre Adán y Eva que se ha estado leyendo en las Misas de estos días (ver Gen 3, 1-19).
Cuando Dios le pregunta a Adán por qué comió del fruto del que les prohibió comer, Adán responde: “La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol y comí.” Como quien dice, tú tienes la culpa por dármela, y ella tiene la culpa por ofrecerme lo que no debía, a mí que soy débil, ¿qué le voy a hacer?
Y cuando Dios le pregunta a Eva, por qué le dio ese fruto a Adán, ella contesta: “La serpiente me sedujo y comí”.
Y si Dios le hubiera preguntado a la serpiente, tal vez ésta hubiera dicho, como el tango de Gardel: ‘no me pude contener, si soy así, ¿qué voy a hacer?’
Nos gusta pensar que no somos culpables, porque no tuvimos más remedio que actuar como actuamos.
Pero en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Eclo 15, 16-21) viene esta rotunda afirmación: “Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya”.
En otras palabras: no me vengas con que ‘así soy’ y ‘es mi destino’. Es verdad que así eres, pero también es verdad que tienes libre albedrío. Tú puedes decidir qué hacer con eso que eres.
Ciertamente todos tenemos características con las que nacimos, y que no podemos cambiar. Por ejemplo, una persona de temperamento nervioso, o muy sensible, será así toda su vida. Pero ello no significa que no pueda hacer algo al respecto.
Con la gracia de Dios, puede encauzar su temperamento, para que esa tendencia natural que tiene, sea para bien y no para mal.
Por ejemplo, la persona muy sensible, puede decidir no tomar a mal cualquier cosa que le digan, no sentirse rápidamente ofendida, ni convertirse en una de esas gentes a las que hay que tratar con pinzas porque todo lo que les digas podrá ser usado en tu contra. Puede elegir no conformarse con pensar: ‘yo de todo me ‘siento’, así soy, no tiene remedio’. Y puede elegir usar su sensibilidad para aprovechar cada supuesta ofensa que recibe, para ejercitarse en el perdón, la paciencia, la comprensión. Puede aprovechar su gran sensibilidad para estar atenta a captar lo que los demás sienten y necesitan, y disponerse a ayudar.
Concluye la Primera Lectura dominical, diciendo que el Señor “a nadie le ha mandado ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar”.
Puede suceder que un padecimiento, una situación o condición que nos afecte, influya gravemente en nuestra manera de reaccionar en un momento dado, pero en la gran mayoría de los casos, somos libres para optar, así que ante lo que nos sucede, y con la gracia de Dios, podemos, y debemos elegir, cumplir Su voluntad.