La bondad del Señor
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘El Dios en quien no creo’, tenía por título un librito viejito y polvoriento que estaba en uno de los libreros de casa de mis papás. Llamaba la atención que hubiera una obra aparentemente atea en un hogar católico, pero en realidad no era lo que parecía.
Su autor era creyente, y planteaba algo muy interesante: que cuando la gente dice no creer en Dios, habría que preguntarle ‘¿en qué Dios no crees?, ¿qué características le atribuyes?, ¿cómo te imaginas que es?’, porque la respuesta casi siempre evidencia que la gente tiene una noción de Dios como un ser castigador, injusto, o que la ha decepcionado porque no actuó como ella quería, cuando ella quería, y entonces piensa que o a Dios no le importa el ser humano o no tiene poder para cambiar las cosas, en cuyo caso, no le interesa creer en Él.
Una persona de fe que descubre que alguien dice no creer en Dios porque tiene una imagen distorsionada de Él, bien puede decirle: ‘en ese Dios tampoco yo creo’, y aclararle cómo es el Dios en el que cree, el que nos ha revelado Jesús.
Viene a la mente otro libro, publicado recientemente, que trata sobre un apostolado llamado ‘Evangelización católica callejera san Pablo’ (‘St Paul Catholic Street Evangelization’), que recopila los testimonios de personas que se dedican a evangelizar en calles y parques en diversas ciudades de EUA
Su estrategia es buscar un sitio concurrido, al aire libre; poner una mesita con Rosarios, medallas y folletos católicos, y, a quien pase por allí ofrecérle alguno gratuitamente, con una sonrisa, y preguntarle si tiene alguna duda, o si tiene alguna intención por la que quiera rezar.
Es un estilo de evangelización no agresivo. No son como esos predicadores que van por la calle con voz atronadora y dedo flamígero anunciando el fin del mundo y exigiendo la conversión de los pecadores, sino que simplemente están allí por si alguien desea acercarse, y a quien lo hace lo hacen sentir acogido, y le ofrecen de obsequio un Rosario y un folleto que explica cómo rezarlo.
Mucha gente acepta el regalo y se detiene a conversar, lo que les ha permitido a ellos darse cuenta de que son las ideas equivocadas que la gente tiene acerca de Dios, las que la han hecho no interesarse en averiguar si existe o no querer acercarse a Él.
Por ello, su labor consiste en hacerles ver que Dios es amor, animarlos a descubrir Su misericordia y dejarse abrazar por Él a través de Su cuerpo que es la Iglesia.
Ahora que celebramos el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones), es importantísimo apoyarlas con con nuestros donativos y nuestras oraciones, sobre todo en estos tiempos en que muchos misioneros en países musulmanes sufren terribles persecuciones.
Pero también nosotros estamos llamados a misionar, a evangelizar a la gente que forma parte de nuestra comunidad, y para ello nos puede servir de ejemplo lo que hacen los del apostolado de san Pablo, y de inspiración la frase del estribillo del Salmo 67 que se proclama en la Misa dominical:
“Que todos los pueblos conozcan Tu bondad”
Ser misionero no requiere irse lejos, puedes hacerlo con quienes están a tu alrededor.
Sólo necesitas atreverte a compartirles gozosamente tu propia experiencia, tu testimonio de fe, para que queden animados, intrigados, invitados a abrirse a la gracia, hacer la prueba y comprobar qué bueno es el Señor.