Saber escuchar
Alejandra María Sosa Elízaga*
Le envié un email y no lo contestó. Le escribí una carta y no la leyó. Hice una cita para que habláramos y la canceló. Quedó de llamar y nunca llamó.
Son frases que suelen decir, con pena, las mamás, papás, hermanos, amigos, colegas o conocidos de alguien que no se deja cuestionar o aconsejar, sobre todo en lo relacionado a su vida moral, espiritual, sacramental, etc.
Dice la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Eclo 3, 19-21.30-31): “En tus asuntos procede con humildad...hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor”, y propone como ejemplo a quien “medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar.”
Se necesita humildad para saber escuchar y para dejarse cuestionar, aconsejar.
Hay que luchar contra la tentación de apresurarse a juzgar, y a descartar e ignorar una observación si viene de alguien que cae mal o de quien se piensa que lo que dirá no será digno de tomarse en cuenta.
El citado texto bíblico no dice en letras pequeñas: ‘aplican restricciones’, no da a entender que sólo hay que escuchar y meditar una recomendación cuando cae bien, suena razonable, o coincide con la propia opinión.
De quien menos se piensa, de quien menos se imagina, Dios puede valerse para enviar un mensaje, que tal vez pueda incomodar, pero también ayudar.
Despreciar al mensajero es arriesgarse a perder algo que se necesitaba escuchar, y es también una falta de caridad.
Claro, también puede suceder que lo que alguien aconseje no aporte nada bueno, pero ¿cómo saberlo?, hay que oírlo primero.
La clave está en no descalificar a priori lo que otros plantean, no pensar que ya se sabe lo que van a decir y no vale la pena, sino prestar atención para discernir si hay algo positivo, algo que se pueda rescatar y aprovechar.
Hoy en día en que abundan los lamentables e incluso violentos desencuentros entre quienes piensan no sólo de manera diferente, sino opuesta completamente, qué falta nos hace tener humildad y disponibilidad, prudencia y benevolencia para sabernos escuchar.