Cuatro frases
Alejandra María Sosa Elízaga*
A veces escribe frases largas, largas, que se concatenan entre sí casi sin comas ni puntos y que son el azote de los lectores en Misa, que no saben dónde hacer una pausa para respirar, pero en esta ocasión, san Pablo hace todo lo contrario, en menos de dos versículos expresa su idea, y es una genial síntesis de la vida cristiana.
Me refiero al texto que se proclama como Segunda Lectura en Misa este domingo (ver Gal 2, 16. 19-21), y quisiera destacar cuatro frases que me parecen especialmente significativas:
“Me amó y se entregó a Sí mismo por mí”
Decía santa Teresa de Ávila, que pasó muchísimos años, ya en la vida religiosa, sin una verdadera conversión de su corazón, hasta que un día contempló una imagen de Cristo, todo llagado y sangrado, y verlo así la conmovió profundamente, sobre todo porque reflexionó que Él estaba sí por ella, por amor a ella, por salvarla a ella.
Lo que sintió santa Teresa puedes también sentirlo tú.
Puedes contemplar a Cristo crucificado y repetir interiormente: “me amó y se entregó a Sí mismo por mí”, ‘subió a la cruz por mí, pensando en mí, en rescatarme a mí del pecado y de la muerte’; ‘me ama tanto que llegó a ese extremo para salvarme’.
¿Qué ganas con eso? Que aumente tu amor y gratitud hacia Él.
Es que reflexionar que Cristo dio Su vida por la humanidad, como que te permite deslindarte un poquito de la responsabilidad, pensar que lo hizo por otros, pero personalizar el asunto lo cambia todo, te interpela, te involucra.
Considera cómo te apenarías, si una persona de respeto a la que admiras y quieres, se molestara en hacerte un favor y supieras que por ello salió perjudicada.
Seguramente se lo agradecerías mucho y querrías compensarle, corresponderle de alguna manera.
Cuánto más querrás agradecerle y compensar a Jesús, que renunciando a los privilegios de Su condición divina, se hizo hombre para rescatarte del pecado y de la muerte; que pensando en ti aceptó ser torturado y entregado a la muerte; que consideró que todo ese sufrimiento valía la pena con tal de salvarte a ti.
“No vuelvo inútil la gracia de Dios”
Esta frase da por hecho dos cosas: Primero, que Dios ha derramado en ti Su gracia, y segundo, que no te la impone, no te obliga a aceptarla, te da la posibilidad de aceptarla o no, de aprovecharla o no.
Y si relacionas este punto con el anterior, y comprendes que el Dios que te da Su gracia es el mismo que te amó y se entregó por ti, no puedes menos que querer corresponderle, y mostrarle que Su sacrificio por ti no fue en vano, que lo valoras y aprovechas.
“Mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios”
Saber que Jesús te ama, que dio Su vida por ti, y que te colma con Su gracia, te permite vivir la vida de otro modo: no como los que no tienen fe, que llevan el peso del mundo sobre sus hombros, sino con la confianza de que Dios tiene todo en Sus manos, y en todo interviene para bien.
“Vivo, pero ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”
Si acoges la gracia divina y no la echas en saco roto; si buscas conocer a Cristo cada día más, a través de la meditación de Su Palabra y la oración; si lo recibes con frecuencia en la Eucaristía, si sigues el consejo de san Juan Pablo II y abres de par en par las puertas de tu corazón para que entre Cristo, entonces puedes decir que Él vive en ti.
Que mira con amor, a través de tu mirada.
Que a través de tu boca, da a quienes te rodean, palabras que edifican, exhortan, enseñan, consuelan.
Que con tus manos ayuda a los demás; tus pies lo llevan al encuentro de cuantos lo necesitan.
Como ves, estas cuatro frases sintetizan en qué consiste tu vida cristiana: captar el infinito amor de Dios, que ha dado Su vida por ti; corresponderle aprovechando Su gracia; tener conciencia de que todo lo vives gracias a Él, que has de vivirlo por amor a Él, poniéndolo confiadamente en Sus manos, y que has de anunciarlo, de palabra y de obra, y ser a tal grado testigo Suyo, que los que nos vean a ti, lo encuentren a Él.