Icono de la Santísima Trinidad
Alejandra María Sosa Elízaga*
La primera vez que uno ve el icono de la Santísima Trinidad pintado en 1425 por el artista ruso Andrei Rublev, probablemente se desconcierta, porque uno está acostumbrado a que los pintores representen a Dios Padre como un viejito de larga barba blanca (recordando a aquel anciano de muchos siglos del que hablan en sus visiones apocalípticas, Daniel -ver Dn 7, 22, y Juan -ver Ap 4,10); al Hijo, como un hombre joven de pelo largo con raya en medio, barba y bigote, (como ha sido retratado desde los orígenes del cristianismo, y como aparece en la Sábana Santa, el lienzo que sin duda envolvió Su cuerpo cuando estuvo en el sepulcro), y al Espíritu Santo como una paloma (con base en lo que dijo enJn 1, 32, Juan el Bautista).
Rublev, en cambio representa la Santísima Trinidad con tres figuras masculinas, con halos y alas, y casi idénticas.
¿Por qué la pintó así?
No sólo porque sin duda se inspiró en ese pasaje del Antiguo Testamento en el que Dios visitó a Abraham como tres varones a los que éste recibió y sentó a su mesa (ver Gen 18, 1-15), sino porque tuvo la ocurrencia genial de expresar de así algo que no se había logrado expresar de otra manera: que Dios es Trinidad, tres Personas distintas, pero idénticas en Su divinidad.
Cuando se capta esto, se contempla el ícono con nueva mirada y se comprende por qué en las iglesias de Oriente se emplean íconos para orar: porque a medida que uno los va contemplando, va profundizando en su significado, va apreciando nuevos elementos en la obra, va descubriendo que tienen no sólo un valor estético, sino espiritual.
Y justamente en este domingo en que celebramos a la Santísima Trinidad, resulta muy enriquecedor contemplar este icono teniendo en mente el texto que se proclama como Segunda Lectura en Misa este domingo (ver Rom 5,1-5).
Pablo hace una invitación: “mantengámonos en paz con Dios”, ¿qué significa eso? Entrar en la paz de Dios, mantenerse en sintonía, en cercanía con Aquel que es la fuente de toda paz.
En el icono, Dios Padre, que está en el extremo izquierdo, tiene un bastón e mando en las manos y está en actitud de reposo, serenidad, paz.
Uno se siente animado a acercarse a Él, porque percibe que es un Dios que aunque es Todopoderoso no avasalla, no oprime, sino es, como se definió a Sí mismo, “clemente y compasivo, paciente, misericordioso y fiel”. (Ex 34, 6).
Pablo plantea que la manera de mantenernos en paz con Dios es “por mediación de Cristo Jesús”.
En el icono, Jesús está al centro, inclinado hacia el Padre, que lo envió, y de quien vino a cumplir Su voluntad.
Tiene sobre la mesa la mano, con dos dedos extendidos, en referencia a que es la Segunda Persona de la Trinidad, y también a Sus dos naturalezas: la divina y la humana.
Qué alegría y qué consuelo nos da saber que contamos con Él, que es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, porque es verdaderamente Dios, y está sentado a la derecha del Padre intercediendo por nosotros, y es verdaderamente Hombre, que ha sentido en carne propia lo que sentimos nosotros y nos comprende como nadie, nos acompaña y es nuestro ejemplo a seguir.
Sobre la mesa está el Cáliz con Su sangre, que nos recuerda Su obediencia a la voluntad del Padre, y Su Pasión, Muerte y Resurrección, y sitúa en su justa perspectiva el bastón de mando que Jesús tiene en la mano: no vino a ser servido sino a servir, y a dar la vida por la salvación de muchos.
Termina diciendo Pablo que “Dios ha infundido Su amor en nuestros corazones, por el Espíritu Santo.”
En el icono, el Espíritu Santo está en el extremo derecho, inclinado hacia el Padre y el Hijo, de quienes procede, también tiene un bastón, y ambas manos hacia abajo, en actitud de donación. Él derrama en nuestros corazones el amor que recibe del Padre y del Hijo.
Qué hermoso que hoy en día podamos contemplar una imagen como ésta, que se conserva desde tiempos tan remotos.
Recordemos que durante los primeros mil quinientos años del cristianismo, antes de la invención de la imprenta, y cuando no todo mundo tenía una copia de la Biblia, porque se mandaba hacer a mano, eran muy caras y tardaban mucho, la Iglesia Católica evangelizaba mediante pinturas, frescos, murales, vitrales, esculturas, bajo relieves, etc.
Puede decirse que fue la pionera de los medios de comunicación visual, a través de los cuales daba enseñanzas que la gente podía captar y comprender muy bien.
Gocémonos de pertenecer a una Iglesia que ha sabido poner los dones de sus miembros al servicio de Dios, y ha producido obras como este icono, que no sólo mantiene intacta su belleza a través de los siglos, sino que expresa: una realidad cuya importancia sigue vigente y por eso la Iglesia la celebra este domingo: que Dios es Trinidad, unión de tres distintas Personas divinas, en perfecta comunión, comunidad que nos invita a participar, a entrar en Su dinámica de amor.