y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Con lo que hay

Alejandra María Sosa Elízaga*

Con lo que hay

¿Te ha sucedido que tienes una idea fija de las condiciones que debe haber para realizar algo y si no se dan exactamente como las pensaste, crees que no puedes hacer nada?

Lo mismo le sucedió a los apóstoles.

Cuando la gente de su pueblo pensaba en el salvador que Dios les había prometido enviar, pensaban siempre en un salvador político, que los libraría del yugo de los romanos, porque no soportaban que siendo el pueblo elegido por Dios, estuvieran dominados por unos paganos.

Pero Jesús vino a demostrarles que Dios tenía otros planes.

Y cuidó mucho que la gente no se confundiera y creyera que Él era el mesías político, el libertador político que esperaban.

Ahí tenemos como ejemplo lo que se conoce como ‘secreto mesiánico’: cuando Jesús hacía un exorcismo y los demonios revelaban quién era Él, los hacía callar, porque no quería que se revelara quién era sino hasta después de Su Pasión, Muerte y Resurrección (ver Mc 1,25.34).

Sólo entonces se comprendería que Él había venido a liberar a Su pueblo, y a todos los pueblos, de algo mucho más grande que aquello de lo que ellos esperaban ser liberados.
Que era, sí, el Salvador prometido, pero venía a librarlos de unos enemigos mucho más poderosos que los romanos, vendría a salvarlos del pecado y de la muerte.

Pero tal parece que aún después de la Resurrección, los apóstoles todavía no entendían la lección.

Llama la atención lo que narra la Primera Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver Hch 1, 1-11).

Los apóstoles, que estuvieron viendo a Jesús Resucitado durante cuarenta días, estuvieron platicando con Él, y estaban incluso sentados a la mesa con Él, le salieron con esta pregunta: “¿Ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” 

¿No se suponía que a estas alturas tendrían que haber tenido muy claro la clase de Mesías que Él era?, ¿que no era político?

Preguntarle eso era como decirle:  ‘muchas gracias por venir a salvarnos de lo que ni se nos ocurría que podías salvarnos, pero, ¿ahora si nos vas a salvar de lo que siempre hemos querido que nos salves?’

¡Qué pena que los seres humanos seamos de ideas tan fijas que no sabemos apreciar los regalazos que Dios nos da porque estamos esperando otros que queremos que nos dé y que resultan ridículos en comparación.

¿Cómo reaccionó Jesús? Afortunadamente no hizo bajar fuego del cielo para que los consumiera por necios, sino que les respondió:

A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad, pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes...”

Detengámonos un momento aquí. Consideremos, ¿cómo podía haber continuado esta frase? “Cuando el Espíritu Santo descienda, Él restablecerá la ansiada soberanía’, o:  ‘El les informará cuándo sucederá’, o incluso: ‘El les dirá quién lo sabe para que vayan y le pregunten’, pero no, no dijo nada semejante.

Fiel a Su costumbre de darles mucho más de lo que pedían, el Señor les prometió que el Espíritu Santo, los fortalecería, pero no para ir a darse de ‘cocolazos’ con los romanos, sino para anunciar la Buena Nueva, para ser testigos Suyos.

Implícitamente Jesús los animó a entender que para ir de Su parte, para edificar Su Reino en este mundo, no necesitaban derrotar a los romanos, no necesitaban la fuerza venida de las armas o de la autoridad de un gobierno, sino la que viene de lo alto, y que no debían sentarse a esperar que las condiciones fuera las que les parecían ideales, sino con las que hubiera, así como estuvieran las cosas en el momento, tendrían que lanzarse a actuar.

La lección que debían aprender los apóstoles, debemos aprenderla también nosotros.

A veces estar esperando condiciones ideales (como tener tiempo de sobra, una gran preparación, recursos materiales para difundir el mensaje, etc.) puede hacer que se quede sin dar un mensaje que hubiera dado mucho fruto, sobre todo en personas que no están viviendo situaciones ideales, sino de opresión, de injusticia y desesperación.

San Francisco de Sales decía que a veces por estar soñando con lo que podría ser o podríamos tener, nos olvidamos de lo que ya es y lo que ya tenemos.

No hay que desperdiciar el tiempo pensando: ‘ojalá esto estuviera así’, ‘ojalá tuviéramos esto’, ‘ojalá nosotros fuéramos así’, sino hagamos lo que podamos con lo que hay.

Porque lo que hay es lo que Dios nos da en el momento, y aunque a nosotros pueda parecernos insuficiente, si lo ponemos en Sus manos, Él se encargará de que fructifique plenamente.

Publicado en la pag web y de facebook de 'Desde la Fe', semanario de la Arquidiócesis de México, en la de SIAME (Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México), y en la de Ediciones 72, domingo 8 de mayo de 2016