Ánimo
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘No te preocupes, más tarde será peor’.
Era una frase que mi mamá, qepd, me decía, bromeando, cuando jugábamos una partida, ella y yo como equipo, contra mi papá y mi tío, e íbamos perdiendo.
Nos daba risa la segunda parte de la frase, porque después de un ‘no te preocupes’, uno espera un ‘más tarde será ‘mejor’, no ‘peor’.
Y con frecuencia íbamos tan abajo en el puntaje que, sí, en efecto, podíamos esperar que la cosa se pusiera peor, pero ello nunca nos desanimó ni nos hizo ‘arrojar la toalla’ y abandonar el juego a la mitad.
¿Por qué?
En primer lugar, porque nunca perdíamos la esperanza de remontar el marcador y terminar ganando, como sucedió algunas veces, por increíble que parezca, y en segundo lugar porque sabíamos que aunque más tarde nos fuera peor, disfrutábamos de jugar juntos y de sentarnos luego a compartir los alimentos y a divertirnos recordando el juego.
Recordaba esto al leer en la Primera Lectura que se proclama en Misa este Quinto Domingo de Pascua (ver Hch 14, 21-27).
Dice que san Pablo y Bernabé “animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”.
¿Los animaban diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones?
Eso no suena muy ‘animador’ que digamos, y desde luego no sería algo que dirían ésos que pretenden atraer adeptos prometiéndoles falsamente que van a parar de sufrir.
¿Por qué decían semejante cosa Pablo y Bernabé?
Porque aunque no parezca, es lo que en realidad más podía fortalecer el ánimo de los discípulos.
En primer lugar, los hacía conscientes de que el hecho de ser cristianos no los libraría de vivir dificultades, así que no se sorprenderían ni desanimarían cuando tuvieran que vivirlas, sino estarían prevenidos y preparados para enfrentarlas con ayuda de Dios.
Y en segundo lugar, les hacía saber que aunque las cosas se pusieran color de hormiga, (como decía mi mamá: ‘más tarde sería peor’), valdría la pena no claudicar sino perseverar, porque luego, y aún en medio de todas las dificultades, podrían disfrutar de la mejor recompensa: el Reino de Dios.
Quien a pesar de los problemas y obstáculos que enfrente, persevera, con la gracia divina, en el amor, la paciencia, la alegría, la fidelidad, la justicia, la misericordia, el perdón, etc. está edificando y habitando, y por lo tanto disfrutando ya en este mundo, del Reino de Dios.
Por eso nunca pierde el buen ánimo, ni se da por vencido, porque aunque de momento todo parezca ponerse peor; lo vive con paz y esperanza, de la mano del Señor.