Atrévete a acercarte
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Qué razón hay para que alguien no se atreva a acercársele a otra persona?
Quizá que no la conoce y siente timidez y temor de ser rechazado.
Quizá que esa persona es muy importante y está rodeada de guardaespaldas que impiden el paso, a veces de manera excesivamente ruda, así que es mejor no arriesgarse a recibir un empujón o algo peor.
Quizá que esa persona es poderosa o famosa y se ‘cree mucho’, y la gente piensa: ¿para qué me le acerco?, de seguro ‘me tirará a lucas’, no me hará el menor caso.
Quizá que está enojada con esa persona, y teme que al acercársele le suelte una andanada de reproches o insultos.
Quizá que se le ve muy ocupada y no se desea interrumpirle e importunarle.
Son las razones más comunes para no atreverse a acercársele a una persona.
Y por eso llama la atención que en la Primera Lectura que se proclama en Misa este Segundo Domingo de Pascua (ver Hch 5, 12-16), diga, refiriéndose a los apóstoles y al grupo de creyentes que los acompañaban, que había personas que “no se atrevían a juntárseles”.
No parece haber razón que lo justifique.
A ellos todos los conocían y se les podían aproximar sin problema; no tenían guardaespaldas, no se creían superiores a los demás, todo lo contrario, eran sumamente humildes y sencillos; no estaban enojados con nadie, ni tan ocupados que no pudieran atender a quienes se les acercaban, más bien nos dice san Lucas que se reunían en el pórtico de Salomón, un lugar público al que cualquiera podía acudir a verlos.
Entonces, ¿cuál puede ser la razón por la que algunos “no se atrevían a juntárseles”, si incluso menciona el texto bíblico que “la gente los tenía en gran estima”?
Probablemente la razón sea que había gente que se reconocía tan pecadora, que no se sentía digna de acercárseles ni de estar en su compañía.
Y es que además les tenían miedo.
Los versículos inmediatamente anteriores a los que se proclaman este domingo, narran un episodio que le ha de haber puesto los pelos de punta a más de uno: el caso de los esposos Ananías y Safira, que intentaron engañar a Pedro haciendo como que ponían generosamente a disposición de los apóstoles el cien por ciento de la venta de un terreno, cuando en realidad estaban conservando una buena parte, y al verse descubiertos, cayeron muertos (ver Hch 5, 1-11).
Es de suponer que había mucha gente que como no estaba dispuesta a tener una verdadera conversión del corazón, optaba por mantenerse a buen resguardo de Pedro y compañía, no fueran a acabar igual que Safira y Ananías.
Qué pena, que en lugar de proponerse: ‘quiero cambiar mi vida, reconciliarme con Dios para dejar atrás mis pecados y poder pertenecer a este grupo de personas que realmente se esfuerzan por cumplir la voluntad del Señor’, prefiriera seguir como estaba y simplemente mantenerse lejos.
Si se les hubieran acercado, se hubieran sentido acogidas en su comunidad y hubieran descubierto que no se trataba de personas perfectitas ni pretenciosas, sino seres ordinarios, con defectos ordinarios, pero que trataban de vivir, con la gracia de Dios, de modo extraordinario.
Hubieran descubierto que la santidad no es algo inaccesible sino al alcance de todos.
¡Qué lástima elegir tan mal!, conformarse con quedarse al margen de algo bueno o, como en este caso, de algo muy bueno, ¡perder lo más por lo menos!
Sucede como cuando llega alguien a decirle a un padre o religiosa o persona muy buena: ‘usted que está tan cerca de Dios, ruegue por mí’. Habría que preguntarle: ‘y ¿Ud por qué no está cerca también?’
Ninguna persona en este mundo tiene la ‘exclusiva’ de la cercanía con Dios, ¡Él está dispuesto a acoger a todos, tiene los brazos abiertos para todos!
En este domingo en que celebramos la Divina Misericordia, estamos llamados a alegrarnos por tener un Señor infinitamente Misericordioso, que está siempre deseando acogernos, abrazarnos.
La pregunta es: ¿seremos de los que no se atreven a acercarse a Dios y a Su Iglesia?, ¿o sabremos aprovechar cada oportunidad para recibir Su abrazo y la gracia que necesitamos para dejar de pecar, disfrutar Su cercanía, pertenecer a Su comunidad?