aC - dC
Alejandra María Sosa Elízaga*
Tenía lo que muchos quisieran tener: juventud, salud, cultura, prestigio, poder, dinero, relaciones sociales, palancas, incluso ¡impunidad para deshacerse de sus enemigos!
Y de buenas a primeras, refiriéndose a todo lo que había tenido se atrevió a afirmar: “lo considero como basura”.
Es la inaudita declaración de san Pablo que nos presenta la Segunda Lectura que se proclama en Misa este Quinto Domingo de Cuaresma (ver Flp 3, 7-14).
¿A qué se debió que de pronto despreciara lo que antes atesoraba?
El mismo apóstol nos lo explica: “Todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo. Más aún, pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor”.
Lo que le sucedió a Pablo, la causa de su cambio tan radical, fue que se encontró con Cristo, tuvo con Él un encuentro personal, y después de eso, ya no quedó igual, hubo una revolución en su interior, un reajuste radical en sus prioridades, un cambio total de perspectiva.
Lo mismo sucede a todo aquel que descubre al Señor en su vida.
Así como en el calendario hay un aC y un dC, para ubicar los años antes o después del nacimiento de Cristo, así también en la existencia de cada persona hay un aC y un dC, y cuando hay un dC, cuando Cristo deja de ser Alguien de quien otros le hablan, pero al que no conoce personalmente, y se convierte en Alguien presente en su vida.
Entonces contempla desde otra perspectiva lo que vivió durante su tiempo aC, rescata lo rescatable, para vivirlo desde una nueva perspectiva y darle un nuevo sentido, y considera como basura, muchas cosas que el mundo promociona; el tener, aparentar, apantallar, destacar, dominar, aplastar, desquitarse, desentenderse...
Y así, por ejemplo, si alguien en su vida aC tenía como motivación para trabajar el ganar más y más y acumular dinero y bienes, en su vida dC lo que quiere es poner sus dones y capacidades al servicio de los demás.
Si en su vida aC buscaba ver qué le sacaba a los demás, en su vida dC lo que le preocupa es ver en qué les puede ayudar.
Si en su vida aC se permitía resentimientos, tenerle rencor a los demás, en su vida dC se esfuerza siempre en perdonar.
Si en su vida aC se desvivía por quedar bien, para recibir la aceptación de los demás, en su vida dC, la única opinión que valora es la de Dios, ya le tiene sin cuidado el qué dirán.
Si en su vida aC se entregaba a excesos, a placeres efímeros, vivía como si este mundo fuera todo lo que hay, en su vida dC todo lo hace con miras a la eternidad.
Es que cuando alguien se encuentra con Cristo, su nueva prioridad no es otra que vivir, como san Pablo: “en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde el cielo”.