y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Zarzas

Alejandra María Sosa Elízaga*

Zarzas

Si Moisés hubiera tenido celular, probablemente se hubiera distraído enviando mensajitos y no hubiera visto lo que tenía frente a sí, pero afortunadamente todavía no se inventaban esos aparatitos que tanto nos distraen de lo que hay a nuestro alrededor, y Moisés pudo captar cómo Dios se le manifestó.

 

En la Primera Lectura que se proclama en Misa este Tercer Domingo de Cuaresma (ver Ex 3, 1-8. 13-15), se nos narra que cuando Moisés estaba pastoreando el rebaño de su suegro, “el Señor se le apareció en una llama que salía de un zarzal”. Dice que Moisés “observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: ‘Voy a ver de cerca esa cosa tan extraña, por qué la zarza no se quema’...”

 

Al parecer Dios quiso poner a prueba a Moisés, quiso probar si sería suficientemente sensible a Sus cosas, y si sería capaz de dejar lo que estuviera haciendo, para dedicarle todo su tiempo y atención.

 

Esto resulta muy interesante, porque Dios ya había elegido a Moisés, de hecho toda la historia de este hombre es una muestra de cómo desde que nació, Dios lo fue cuidando y preparando para la misión que más tarde pensaba encomendarle, ser pastor de Su pueblo, para librarlo de la esclavitud en Egipto y conducirlo por el desierto hacia la Tierra Prometida.

 

No fue casualidad, sino clara ‘Diocidencia’, que Moisés hubiera sido criado en la corte del Faraón de Egipto, pero por su propia madre hebrea, lo que le permitió conocer a la perfección la lengua y la cultura de ambos pueblos.

 

Sin embargo Dios no se conformó con lo que Él hizo por Moisés, sino que quiso esperar a ver lo que Moisés hacía, cómo le respondía.

 

Dice el texto bíblico que “Viendo el Señor que Moisés se había desviado para mirar, lo llamó desde la zarza: ‘¡Moisés, Moisés!’...”

 

Resulta muy significativo que Dios no llamó primero a Moises, sino que esperó hasta que vio que éste se había desviado para mirar, es decir, que no se había seguido derecho, considerando que no tenía tiempo o que tenía cosas más importantes y urgentes que hacer, sino que se atrevió a salirse de su ruta, para ir a ver de cerca aquello que Dios le puso delante para llamarle la atención.

 

En esta tercera semana de Cuaresma, la Palabra de Dios llega oportuna a presentarnos esta escena que nos invita a preguntarnos si, como Moisés, somos sensibles a las zarzas que Dios pone en nuestro camino, a esas señales Suyas, tan discretas que pueden pasar desapercibidas, pero tan evidentes que si les prestamos atención no podemos menos que notar en ellas la clara intervención divina.

 

Reflexionaba un cantautor argentino, Facundo Cabral, qepd, que el gran problema de nuestro tiempo es que vivimos ‘distraídos’, y es verdad, vivimos pendientes de mil cosas y no sabemos detenernos a descubrir cómo nos habla Dios en lo que está a nuestro alrededor, en acontecimientos, personas, etc.

 

Y así, nos deprimimos porque no captamos Su alegría; nos perdemos en la oscuridad porque no captamos que Él nos está alumbrando el camino; nos quedamos y nos sentimos solos porque no captamos que Él está con nosotros.

 

El Papa Francisco dijo que convocó al Año Santo que estamos viviendo, porque quiere que pongamos la mirada en la misericordia del Señor.

 

Que buen propósito para esta Cuaresma, aprender a mirar la misericordia del Señor, y la manera como nos la manifiesta; sensibilizarnos más a las zarzas que va dejando a nuestro paso; y no dejarnos distraer, sino atraer.

Publicado en la pag web y de facebook de Ediciones 72, dom 28 feb 2016-02-27 http://www.ediciones72.com/palabra_domingo.php