y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¡Qué bueno es darte gracias!

Alejandra María Sosa Elízaga**

¡Qué bueno es darte gracias!

‘Si mañana en mañana sólo tuvieras lo que agradeciste hoy, ¿qué tendrías?’

Hay que tomarse un momento para considerar esta pregunta inquietante que planteaba no recuerdo qué santo.

¿Qué tendrías?, ¿vida?, ¿salud?, ¿seres queridos?, ¿un techo sobre tu cabeza?, ¿algo que ponerte?, ¿qué comer?, ¿esas cosas grandes y chicas que hacen llevadera tu existencia, que van desde agua calientita para bañarte hasta medios para transportarte, para comunicarte?

Es interesante detenernos a examinar si somos agradecidos, sobre todo, si somos agradecidos con Dios.

Dice san Pablo: “¿qué tienes que no lo hayas recibido?” (1Cor 4,7), a lo que sólo cabe responder: ‘nada’, no tengo nada que no haya recibido, todo, absolutamente todo me lo ha dado Dios’.

Quien reconoce eso puede sentirse ‘consentido’ por Dios y creer que todo se lo merece, pero si se pone a examinar realmente qué meritos tiene, tendrá que reconocer que sus supuestos méritos no son nada, no alcanzan para merecer la superabundancia de dones y bendiciones con que Dios le ha colmado, así que no le queda más que reconocer que cuanto ha recibido de Dios ha sido verdaderamente inmerecido, gratuito.

Eso necesariamente ha de moverle a gratitud.

Y la gratitud es una gran virtud.

Dice el autor del Salmo Responsorial que se proclama este domingo en Misa (ver Sal 92):


“¡Qué bueno es darte gracias, Dios Altísimo,
y celebrar Tu nombre,
pregonando Tu amor cada mañana
y Tu fidelidad, todas las noches!”
(Sal 92, 2-3)

Empieza diciendo que es bueno darle gracias a Dios. ¿Por qué? Porque darle gracias nos hace conscientes de las maravillas que Él hace por nosotros.

Y es un antídoto estupendo contra el desánimo y la tristeza.

Una viejita que estaba en el hospital recibió la visita de una amiga, que viéndola toda decaída le preguntó: ‘y ya le diste hoy gracias a Dios?’ A lo que la otra respondió casi ofendida: ‘¿de qué quieres que le dé gracias?, ¿de que estoy en el hospital?’

Imperturbable la amiga respondió: ‘sí, entre otras cosas; puedes agradecerle que estás viva, que tienes un lugar donde te atienda personal calificado; que puedes pensar, ver, comer, hablar, que te han venido a visitar...’

La otra avergonzada la interrumpió: ‘tienes razón, no había pensado en eso, por estar pensando en lo malo, ni me fijé en lo bueno’.

Su amiga entonces sacó una libretita y le dijo: ‘te la voy a dejar, y quiero que cada día anotes de qué le das gracias a Dios’.

La viejita aceptó, y al principio escribía muy poquito, le sobraba casi toda la página, pero conforme pasaban los días fue haciéndose más y más sensible a lo mucho que tenía que agradecer, y ya no le alcanzaba una sola hoja por día. Y le cambió el ánimo y hasta el carácter.

Es que agradecer le hace bien al alma.

Y no sólo eso.

Es un bello modo de expresarle nuestro amor a Dios.

Es interesante que el salmista dice que es bueno dar gracias al Dios “Áltísimo”. Uno podría pensar que a tan alto Señor ni le va ni le viene nuestro agradecimiento, pero no es así.

A lo largo de la Biblia Dios da sobradas muestras de que es sensible, que aprecia, que valor nuestra gratitud (ver, por ej: Lc 17, 18).

Y cuando le agradecemos al Dios Altísimo, lo sentimos, más bien ‘Cercanísimo’, y eso es ¡muy rico!

Dice el salmista que en la mañana pregona el amor del Señor, como quien dice, recién despertados hay que darnos cuenta de que ha sido por amor que Dios nos ha regalado un día más de vida.

Luego dice el salmista que por las noches, pregona la fidelidad de Dios.

Claro, cuando se vive la jornada con la conciencia de la presencia de Dios a nuestro lado, no podemos menos que darnos cuenta de los continuos favores que nos hace, chicos y grandes, de los peligros de los que nos libra, de la abundantísima gracia que derrame sobre nosotros.

Así que al despertarnos cada mañana, y al acostarnos cada noche, ¡dediquemos un ratito a dar gracias a Dios!

Él y nosotros nos sentiremos amados.

Él, porque valoraremos los dones con que nos ha colmado, y nosotros porque reconoceremos todo lo que nos ha regalado.

*Publicado en la pag web y de facebook de ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, en la de SIAME y en la de Ediciones 72, domingo 14 de junio de 2015