Casa en construcción
Alejandra María Sosa Elízaga**
Construir es un lío tremendo. Un lío de documentos, permisos, planos, contratación de trabajadores, compra e instalación de materiales, y una larga lista de etcéteras que ponen los pelos de punta. Por eso cuando san Pablo nos dice en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver 1Cor 3, 9-11; 16-17), que somos “la casa que Dios edifica”, y más adelante nos pide: “que cada uno se fije cómo va construyendo”, tal vez nos dan ganas de salir corriendo, pensando que eso de construir nos exige demasiado, pero no hay que precipitarse. La verdad es que cuando se termina la obra y se contempla la construcción ya terminada, se olvidan los problemas que causó y sólo se siente una gran satisfacción. Claro, siempre y cuando haya quedado bien...
Lo mismo sucede en la vida espiritual.
Puede resultar trabajoso y fatigante eso de estar en permanente construcción, pero nos anima la esperanza de que la obra terminada ¡bien valdrá la pena!
Nos conviene, pues, atender a la recomendación de san Pablo y fijarnos cómo nos estamos construyendo.
Y puede sernos útil comparar nuestra construcción espiritual con una material, y evitar cometer estos diez errores:
1.- Fachadismo
Es poner mucha atención a la fachada, dar un aspecto impecable al exterior, pero al interior no hay nada.
En mi calle hay un muro primorosamente trabajado en piedra; con reja colonial y techito de tejas. Pero no es una casa, es ¡un lote baldío!
Así en la vida espiritual, se puede tener la medalla al cuello, el Rosario colgando del espejo del coche, ir a Misa el domingo, pero sin que haya nada detrás, sin vivir la fe, quedarse en pura apariencia...
2. Insuficiente cimentación
Hay casas con cimientos inadecuados, que al primer sismo se caen.
Así sucede en la vida espiritual cuando no se asienta la propia fe sobre los cimientos sólidos de una relación personal con Jesús, cuando no se lee la Biblia, no se conoce la doctrina, no se frecuentan los Sacramentos. Se es católico nomás de nombre y si viene una sacudida, una dificultad, una enfermedad, una tragedia, la fe se viene abajo.
3.- Acabado de inauguración
Cuando urge tener la obra ‘presentable’ para inaugurarla se siembran arbolitos con todo y maceta, se colocan muebles que se desarman solos, todo a la carrera y al aventón.
Así en la vida espiritual, a veces se tiene prisa porque ya viene la fecha del Bautismo, de la Primera Comunión, de la boda, y se busca un cursito express que permita presentar un certificado, pero no hay verdadera preparación, lo aprendido queda prendido con alfileres...
4.- Rigidez
Hay dependencias oficiales que exigen que la obra se apegue a los planos como si estuvieran escritos en piedra. No son flexibles, no permiten la menor modificación, aunque sea para bien; son los fariseos de la construcción: hay que observar los planos por los planos, la ley por la ley, sin fijarse cuál es su sentido, ni dar la menor cabida a mejoras que puedan surgir.
Así sucede en la vida espiritual cuando no le damos oportunidad a Dios de ser creativo con nosotros y proponernos algo que no habíamos considerado. Le salimos con un ‘no Señor, esto no estaba en mis planes -en mis planos-.tenía contemplado solamente ir a Misa, dar poquita limosna y ya, no se te ocurra pedirme más, invitarme a esto...’
5.- Falta de originalidad
Hay quien quiere hacerse una casa igualita a la de alguien que conoce, y tarde se da cuenta de que no era adecuada a sus necesidades.
Así en la vida espiritual, hay quien copia el camino espiritual de otros, sin preocuparse por entablar su propia relación con Dios, ir a su ritmo, seguir la senda que Él vaya marcando.
6.- Por apantallar
Hay quien edifica o arregla su casa pensando sólo en matar de envidia a los vecinos.
Así en la vida espiritual se pueden buscar títulos, posiciones, hacer las cosas para lucirse; es el sacerdote que busca ‘hacer carrera’ para llegar a obispo; el laico que quiere ser ‘Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión’ porque suena importante...
7.- Dispendio
Hay constructores que no cuidan el presupuesto sino lo gastan con demasiada liberalidad, y pronto se acaba el dinero y no hay con qué terminar la obra.
Así en la vida espiritual, hay quien se prodiga en todo, desgasta sus fuerzas en demasiadas cosas, se entrega a un activismo que le drena y agota.
8.- Intolerancia
Hay quien pone límites a la hora de edificar porque no tolera el polvo, el ruido, las molestias, cosas inevitables en una construcción.
Así en la vida espiritual, puede dar horror limpiar el mugrero de pecados que se han ido acumulando, pero no queda más remedio.
Un obispo contaba que un arquitecto que estaba rediseñando el jardín de un amigo suyo le pidió que no fuera a verlo hasta que terminara. El otro no resistió la tentación, lo vio y se puso furioso porque había un desorden tremendo de plantas tiradas, tierra y agujeros por todas partes. Le reclamó a su amigo y éste le dijo: ‘todavía estoy trabajando en él, espérate a que termine y ¡verás qué diferencia!
Igual nos podría decir Dios cuando nos resistimos a que nos pode, nos arranque la mala hierba, cuando no queremos que nos remueva y afloje la tierra: ‘todavía estoy trabajando en ti, no tengas miedo, déjate hacer, al final ¡verás que habrá valido la pena!’
9.- Suspensión
Una construcción que se detiene, que se queda en ‘obra negra’, se deteriora.
Así en la vida espiritual, quien se conforma con quedarse como está, con lo que ya sabe, con las prácticas que ya realiza, quien no procura crecer más, comprometerse más, termina por perder lo que tenía. Si no se avanza, se retrocede.
10.- Autosuficiencia
Nadie puede edificar su casa sin ayuda, forzosamente necesitará alguien que le ayude con los planos, o los trámites, o los cálculos, o la cimentación, o a levantar las paredes, colar los techo, mover material pesado, poner los acabados, etc.
Así también, no es posible edificar la vida espiritual sin aprovechar todas las ayudas que nos ofrece la Iglesia y sin tomarnos de la mano del Señor, el mejor Arquitecto y Constructor.