Como superiores
Alejandra María Sosa Elízaga**
Si tienes facilidad o talento para realizar algo, y lo haces muy bien, pero conoces a alguien que tiene más facilidad y talento que tú y lo hace mejor, tienes que reconocer que en eso es superior a ti.
Ello puede inspirar en ti cinco actitudes muy positivas:
1.- Admiración
Captas y valoras las cualidades que le permiten realizar aquello con tal destreza.
2- Respeto
No le das órdenes ni pretendes que haga las cosas igual que tú. No te entrometes; le das tu opinión sólo cuando te la pide.
3. Ayuda
Le ofreces tu ayuda y te alegras de tener la oportunidad de serle útil y de paso aprender. Los asistentes de gente talentosa reciben de ésta valiosas enseñanzas.
4. Disculpa
Si comete un error, si se equivoca en algo, tiendes a disculparle; como conoces sus grandes cualidades consideras que sus errores fueron sin querer, producto de una distracción, algo que no amerita que se le critique o juzgue mal.
5. Imitación
Viendo la excelencia de los resultados que obtiene, procuras imitarle en lo que hace, con el fin de obtener sus mismos excelentes resultados.
Esto que ocurre en la vida cotidiana, aplica también en la vida espiritual.
No en balde, en la Segunda Carta que se proclama en Misa este domingo (ver Flp 2,1-11), san Pablo nos pide: “cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo...” (Flp 2, 3).
Poner este consejo en práctica implica tener siempre hacia los demás, hacia todos, las cinco actitudes arriba mencionadas:
1. Ser sensibles a sus cualidades; saber descubrir y valorar lo mejor de cada uno.
2. Respetar a los otros, especialmente a quienes piensan distinto a nosotros. No ser entrometidos ni pretender manipularlos.
3. Estar siempre dispuestos a ofrecer ayuda al que lo necesite.
4. Procurar disculpar los errores del próximo, buscar la explicación que permita comprenderle y perdonarle.
5. Hacer un esfuerzo por imitarle en lo bueno, en lo positivo.
No es fácil considerar como superiores a los demás en un mundo que nos invita a hacer menos a los otros para sentirnos superiores nosotros.
Pero contamos con una ayuda invaluable: la de Jesús que, como nos hace notar san Pablo en esa misma Lectura, no se aferró a los privilegios que le daba Su condición divina (es decir, ser muuuuy superior a nosotros), sino que se anonadó, se abajó, se hizo siervo.
Jesús vino no para ser servido sino para servir, y seguirlo implica imitarlo, aprender a ser servidores, para lo cual es requisito indispensable tener por superiores a los demás.