Lo que no dice
Alejandra María Sosa Elízaga**
Al leer un texto en la Biblia, ¿has reflexionado en lo que no dice?
Si no lo dice, ¿cómo voy a reflexionarlo? -se puede preguntar alguno, a lo que cabe responderle: puedes captar lo que no dice si usas tu sentido común, tu lógica, tu imaginación; si consideras, según tu experiencia, qué podría decir, que no está diciendo.
Es que lo que falta es muy elocuente; su ausencia cuenta mucho, como los silencios en una partitura musical; como las áreas de la tela que se dejan en blanco en una pintura.
Lo que nosotros pensaríamos que podría decir y no dice, nos permite constatar lo que anuncia el Señor mediante el profeta Isaías: que Sus pensamientos no son nuestros pensamientos, y Sus caminos no son como los nuestros (ver Is 55, 8-9).
Por ejemplo, cuando Dios nos revela Su amor por nosotros, no dice, como tal vez nosotros esperaríamos que dijera: “tienen que hacer méritos para que Yo los quiera”, dice: “los amaré aunque no lo merezcan” (Os 14, 5).
Desde la cruz, Jesús no dice, como probablemente hubiéramos exclamado nosotros: “Padre: mándalos al infierno”, dice: “perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
La Biblia no suele decir lo que a nosotros se nos ocurre, porque no está inspirada por nuestra pobre lógica, sino por la de Dios, que es muy distinta a la nuestra.
Y por ello, considerar lo que no dice nos permite valorar más lo que dice.
Por ejemplo, en el pasaje del libro del Éxodo que se proclama este domingo en Misa (ver Ex 34, 4-6.8-9), Dios se describe a Sí mismo, y no sólo lo que dice, también lo que no dice, nos permite descubrir realmente cómo es. Dice:
“Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel” (Ex 34,6).
Dice “compasivo”, no dice indiferente; dice “clemente” no dice rencoroso; dice “paciente”, no dice iracundo; dice “misericordioso” no dice despiadado; dice “fiel”, no dice veleidoso.
Si lo hubiéramos inventado, Dios hubiera tenido todas esas características, que eran las que tenían los dioses paganos, pero no lo inventamos, Él se nos reveló, y por eso no dijo lo que nosotros pensamos; se le reveló a Moisés muy distinto a como hubiéramos podido imaginarlo.
Aprender a escuchar lo que no dice la Biblia es permitirle hablarnos silenciosamente al corazón; dejar que nos enseñe a conocer y a amar a Dios por lo que nos ha revelado: por lo que ha hecho y dicho, y por lo que ha callado.