y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Esperanza compartida

Alejandra María Sosa Elízaga**

Esperanza compartida

¿Alguna vez alguien te ha pedido que le digas por qué tienes esperanza?

 Cuando leemos en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver 1Pe 3, 15-18), que san Pedro nos llama a estar “dispuestos a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes”, quizá nos figuramos que de lo que se trata es de tener disponibilidad para explicar dichas razones, sólo cuando alguien nos pregunte directamente, pero esto rara vez sucede.

 Por eso cabe pensar que cuando san Pedro dice: “al que se las pidiere”, no sólo se refiere al que lo haga verbalmente, sino también al que lo haga sin palabras.

 ¿A qué me refiero?

 A que estamos rodeados de personas que piden a gritos, aunque silenciosamente, que les demos razones para tener esperanza porque viven desencantadas de la vida, frustradas, enojadas, temerosas, decepcionadas de todo, hartas, en suma, desesperanzadas.

 Y compartirles nuestras razones puede aportarles luz, paz, verdadero y duradero gozo.

 ¿Cómo podemos compartirles nuestra esperanza en Dios?

 Propone San Pedro: “háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia”.

 Consideremos lo que nos pide:

 Sencillez

 A veces nos complicamos cuando queremos hablarle de Dios a alguien, pensamos que tenemos que atiborrarlo de citas, bíblicas o del Catecismo o tememos no estar suficientemente preparados para contestar todas sus dudas, pero no hace falta tanto, a veces lo más efectivo es la sencillez, una frase, una idea, compartir una pequeña vivencia y cambiar de tema, dejar sembrada una semillita con la misma soltura y simplicidad con que el sembrador la deja caer en tierra.

 Y confiar en que el Señor se encargará de hacerla germinar.

 Respeto

 Cuando dialogamos con quien no tiene fe o tiene una fe distinta a la nuestra, tal vez sentimos la tentación de desestimar, despreciar, ridiculizar sus creencias.

 San Pedro, y ahora su sucesor el Papa Francisco, nos piden tener un gran respeto hacia el otro.

 Y, ojo, tener respeto no significa no decirle nada o peor, ‘darle por su lado’, sino cuidar que no se sienta agredido u hostilizado cuando le compartamos aquello en lo que creemos.

 Hacerlo con claridad y honestidad, pero también con profunda caridad.

 En paz con la propia conciencia

 ¿Qué significa esto?

 Para entenderlo cabe recordar que nos sentimos en paz con nuestra conciencia cuando nos amoldamos a la voluntad de Dios, cuando nuestras obras coinciden con lo que decimos, lo que decimos coincide con lo que pensamos y lo que pensamos es coherente con nuestra fe y con lo que Dios pide de nosotros.

 En resumidas cuentas, responder a la invitación que nos hace san Pedro a dar, a quien nos las pida, las razones de nuestra esperanza, no implica sentarnos a esperar, esperar que nos las pida o esperar a ser perfectos; implica compartirlas con quien necesite oírlas y esforzarnos al máximo porque haya coherencia entre nuestra fe y nuestra vida.

*Publicado el 25 de mayo de 2014 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la pag. del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx). Conoce los libros y cursos de Biblia gratuitos de esta autora y su ingenioso juego de mesa 'Cambalacho' aquí en www.ediciones72.com