y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Todavía es tiempo

Alejandra María Sosa Elízaga**

Todavía es tiempo

“Como que el tiempo se está haciendo chiquito”; “ya no rinde como antes”; “por más que corro y corro todo el día, no me alcanza”; “¡no puedo creer que ya pasó un año y ya va a empezar otra vez la Cuaresma, si se siente como que apenas ayer estábamos celebrando la Pascua!”


Se escuchan frases así cada vez con mayor frecuencia; muchas personas perciben que el tiempo vuela, que es demasiado poco para hacer todo lo que quisieran; ”ojalá el día tuviera más horas”, dicen, pero como no se puede alargar el tiempo, no queda más que reaccionar ante su escasez como reacciona uno ante algo que valora mucho y de lo cual posee poco: procura sacarle el máximo provecho.

Recuerdo que cuando yo era chica, le regalaron a mi mamá una cajita de higos secos glaseados de Turquía, que de vez en cuando compartía conmigo. Se sentaba en su sillón y me daba la llave de su ropero para que sacara la cajita de rafia de colores pastel. Cada higo venía envuelto en papel iridiscente bellamente decorado con motivos de flores y atado con una cuerdita. No era de esas golosinas que se comen a puños, distraídamente, mientras se ve una película, no.

Cada una tomaba un paquetito, lo desamarraba, lo desenvolvía y le iba dando mordiditas a la fruta, “chiquitéandola”, haciéndola rendir, saboreando cada pedazo, alabando su textura, su dulzura, su sabor.

Eran pocos y nos duraron poco, pero ¡cómo los disfrutamos!

Con el tiempo sucede algo semejante. Si lo vivimos con la conciencia de que es valioso y de que tenemos poco, lo aprovechamos mejor.

Supe de una enferma en fase terminal que cuando entró al hospital del que sabía que ya no saldría, reflexionaba que en los meses pasados había hecho muchas cosas por última vez sin saber que era la última vez que las hacía.

Comer un helado, contemplar un atardecer, platicar con una amiga, caminar por un parque.

Y que ahora que sí sabía que le quedaba poco tiempo de vida, quería hacer cada cosa consciente de que sería la última vez que la hiciera, para disfrutarla intensamente.

Cabe preguntarnos si viviríamos de manera diferente si pensáramos que lo que estamos haciendo, lo estamos haciendo por última vez, y no sólo a nivel humano, por ejemplo, expresarle amor a un ser querido; dar una mano, otorgar un perdón, sino sobre todo en nuestra relación con Dios: ¿Reaccionaríamos distinto si supiéramos que estamos asistiendo a nuestra última Misa; que estamos confesándonos por última vez; que acabamos de recibir nuestra última Comunión?

Ahora bien, el pensar que tal vez estamos haciendo algo por última vez no debe ser motivo de desánimo o de parálisis.

Ahora que se habla tanto del final de los tiempos y de que el fin del mundo será el 21 de diciembre, (fecha en que seguro no sucederá, pues Jesús prometió que el final llegará de sorpresa), conozco gente que ya no quiere empezar nada nuevo (desde pintar la puerta de su casa hasta comprometerse en algún ministerio en su parroquia), porque piensa que ya para qué si ya se va a acabar el mundo.

Cuidado con pensar así porque le puede pasar como a mi hermana mayor, que cuando era estudiante un día anunciaron en la tele que al día siguiente se iba a terminar el mundo, lo creyó, no estudió para un examen y lo reprobó; o también le puede suceder como a aquel fundador de una secta, que pronosticó varias veces el fin del mundo y sólo le atinó una vez, pero no a la fecha sino a que se acabaría el mundo, pero no el de todos, nada más el suyo, porque se murió.

El fin de los tiempos llegará, si no el de todos, el nuestro, y como no sabemos cuándo será no podemos sentarnos a esperar sino levantarnos a vivir.

Pienso en doña Raque, una señora mayor que acaba de fallecer y fue ejemplo de vida plena.

Recuerdo que el año pasado el Jueves Santo, la adoración al Señor se alargó hasta más allá de la medianoche, y al final quedamos unas cuantas personas entre las cuales estaba ella, su hija y su nieta, que estaba cantando alabanzas a Dios junto con otros jóvenes.

Y a pesar de la avanzada hora, la señora estaba feliz, escuchando fascinada a su nieta, saboreando cada canción, cada oración.

No sabía que sería su última Semana Santa en este mundo, pero aun si lo hubiera sabido no habría podido disfrutarla más, la vivió a plenitud.

Este Miércoles de Ceniza, la Primera Lectura que se proclama en Misa nos da un anuncio esperanzador: “Todavía es tiempo” (Jl 2, 12).

¿Sientes que el tiempo se te va?

¡Date cuenta de que todavía lo tienes y no lo desperdicies!

¿Sientes que cada vez tienes menos?

¡Ponlo en manos de Dios y pídele que te ayude a hacerlo rendir!

No podemos estar seguros de cuándo se va a acabar el mundo, pero sí podemos estar seguros de que Dios no quiere que nos crucemos de brazos esperando el final.

Que esta frase del profeta Joel con la que inicia la Cuaresma, quede resonando en nuestro interior y nos anime a darnos cuenta de que por poco o mucho tiempo que nos quede por vivir, todavía es tiempo de que hagamos algo provechoso para nuestra alma.

Por ejemplo, todavía es tiempo de que nos reconciliemos con alguien.

Todavía es tiempo de apartar un rato del día para dialogar con el Señor.

Todavía es tiempo de comenzar a leer la Palabra.

Todavía es tiempo de planear participar en los oficios de Semana Santa, para “cargar pilas” espirituales, y mejor dejar las vacaciones para Pascua.

Todavía es tiempo de... (escribe tu propia frase).

Todavía es tiempo de (¡síguele, no te detengas! ...)

Todavía es tiempo...

* Publicado en la página web de ‘"Desde la Fe", Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx).
Conoce los 18 libros de esta autora, sus cursos de Biblia gratuitos y su juego de mesa Cambalacho, en www.ediciones72.com
Pídelos a tu repartidor de ‘Desde la Fe’ al 55 18 40 99