Regalos de Reyes
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Cuál es tu mejor recuerdo de infancia de los Reyes Magos?
Surgió esta pregunta entre compañeros de trabajo mientras compartían un pedazo de rosca a la hora del café. Cada uno aportó alguna anécdota, casi siempre tierna o divertida, pero la que se llevó la tarde fue una señora ya viejita, que contó que cuando era pequeña, sus papás hospedaron en su casa a un amigo suyo que había venido a México a trabajar. Era un hombre muy bondadoso y de una gran fe, que se las supo comunicar con sus palabras y ejemplos y también a través de ciertas devociones y tradiciones que compartió con ellos.
Contaba ella que en la fiesta de Reyes, aquel amigo reunía a todos los de casa, traía una caja grande que guardaba en su ropero, la abría e iba sacando y desenvolviendo unas bellas figuras talladas en madera que representaban la escena de la adoración de los Magos. Colocaba cada figura en la mesa, recordándoles su significado, y luego les leía, con voz profunda, el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 2, 1-12).
Después se sentaban a merendar chocolate y rosca que preparaba su mamá.
Pasados unos años este buen hombre se regresó a su tierra. Curiosamente su partida fue al día siguiente de la fiesta de los Reyes Magos. Esa noche lo despidieron con mucho cariño y gratitud y cuando despertaron ya se había ido. Entonces descubrieron que había dejado unos paquetes de regalo. Cuál no sería su sorpresa cuando fueron desenvolviéndolos y vieron que eran ¡sus hermosas figuras de madera!, un regalo invaluable, no sólo por su valor afectivo sino por la manera como lo repartió entre todos.
Les explicaba en una tarjeta, que no había querido dejarle la caja a una sola persona sino una pieza a cada uno con dos intenciones: La primera, asegurar que todos se siguieran reuniendo a celebrar la fiesta de los Reyes Magos, pues si alguien faltaba, faltaría su pieza y dejaría incompleta la escena, y la segunda, que cada uno considerara que así como la pieza que llevaría a la fiesta era necesaria, también sus dones y cualidades eran necesarios para su familia.
Entonces cada uno descubrió que en su envoltorio venía una dedicatoria muy especial que no sólo era una explicación del significado de la pieza que le había tocado, sino una invitación a reflexionar y a vivir lo que dicha pieza significaba.
A la que contó esto le regaló la estrella, con una nota que decía: 'Recuerda que la estrella no se limitó a dar luz inmóvil desde lo alto del cielo, sino que se movió para guiarlos hasta donde estaba el Niño. Así también tú, procura ir al encuentro de los demás para compartir la luz del Señor'.
A su hermana mayor, a la que le dejó la casita le escribió: 'Los magos pudieron hallar al Niño porque estaba en una casa, no cerrada a piedra y lodo, sino abierta de par en par. Que tu corazón se mantenga siempre como esta casa, dispuesto a albergar a todos con la misma calidez y misericordia de la Sagrada Familia'.
Al hermano mayor, al que le dio el Rey Mago que llevaba cofre con oro le puso: 'Este sabio le ofrece oro al Niño porque lo reconoce como Rey y quiere darle lo más valioso que tiene. Procura tú en tu vida ofrecerle a Dios lo mejor de ti: en tiempo, en deseos de agradarlo, en amor a Él y a los demás'.
El hermano menor recibió el Rey Mago que lleva incienso y leyó: 'A diferencia de mucha gente que cree y quiere que otros crean que Jesús sólo fue un gran hombre, este sabio reconoce y adora la divinidad del Niño. Haz tú lo mismo, pon tu vida en Sus manos con la seguridad de que no quedarás defraudado' .
El papá obtuvo el Rey Mago que lleva mirra, con esta nota: 'Este sabio anuncia que este Niño va a morir, pues dará Su vida para la salvación de todos. Al mirarlo siente la alegría de saber que por más dificultades que se presenten en la vida, tienes a tu lado al Salvador, dispuesto a ayudarte con tu familia, a rescatarlos del mal y del pecado y a conducirlos con Él a la vida eterna. Sé siempre valiente y confía en Él'.
Por último, a la mamá le dejó a la Sagrada Familia, con una nota que decía: 'Que la paz y el amor que irradian Jesús, María y José sean la fuente de la paz y el amor que reinen en tu corazón y en tu hogar.'
La viejita terminó su anécdota comentando que hasta la fecha su familia seguía la tradición de reunirse, ahora ya con hijos, nietos y bisnietos, cada uno llevando su pieza, cuidadosamente conservada, a veces heredada, y durante la merienda volvían siempre a su memoria las palabras de aquel buen amigo que les ayudaban a tener presente que lo principal no era comer rosca, sino compartir con los seres queridos el gozo de celebrar y adorar, como los Reyes Magos, al Niño Jesús.
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La mirada de Dios’, Col, ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 23, disponible en Amazon).