y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Gracias por todo

Alejandra María Sosa Elízaga*

Gracias por todo

Si le pides a alguien que haga algo por ti que te parece bueno y no lo hace, seguramente no le das las gracias (sonaría a sarcasmo: 'gracias por ¡nada!'). Pero si luego descubres que no hizo aquello porque  en realidad no era algo bueno para ti y te hubiera perjudicado mucho, entonces seguramente correrías a agradecerle.

Por otra parte, si alguien hiciera algo por ti que no sólo no le pediste, sino te parece mal y te molesta muchísimo, sin duda tampoco le darías las gracias (probablemente más bien le reclamarías), pero si pasado un tiempo te explicara o tú te dieras cuenta de que aquello que hizo por ti te benefició enormemente, entonces de seguro te daría pena haberte enojado y le expresarías tu reconocimiento.

Esto sucede con relación a lo que los demás hacen o dejan de hacer por nosotros, pero no suele suceder con relación a Dios, porque no siempre tenemos la oportunidad de captar o comprender cómo o en qué nos benefició que no nos concediera aquello que le pedimos o que permitiera aquello que no sólo no le pedimos sino ¡ni siquiera esperábamos o queríamos! Él no suele bajar a darnos explicaciones, así que lamentablemente nos acostumbramos a darle gracias sólo cuando nos sucede algo que consideramos bueno, pero le escatimamos la gratitud cuando permite que vivamos una enfermedad, una crisis, la muerte de un ser querido.

Cabe citar este ejemplo: en la lista del círculo de oración que organizamos entre los asistentes a un curso de Biblia, hay una columna dedicada a dar gracias por favores recibidos. La gente suele pedir que se den gracias a Dios porque alguien, por quien estuvimos orando, salió bien de una operación, regresó bien de un viaje, superó un problema, encontró trabajo; nunca nadie se atreve a pedir que demos gracias porque alguien está viviendo algo difícil o doloroso.

Por eso desconcierta que en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Ef 5, 15-20) San Pablo nos pida: “Den continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas.

Esperamos que a continuación aclare que hay sus excepciones, que en letras chiquitas al calce diga algo así como: 'aplican restricciones'. Pero no. El Apóstol no deja alternativa; nos pide a todos que en todo tiempo le agradezcamos todo a Dios. ¿Por qué lo hace? Para enseñarnos a agradecer todo lo que nos sucede con la confianza de que si Dios lo permite es porque desde Su sabiduría y amor por nosotros sabe que es lo mejor.

Quiere san Pablo que nos demos cuenta de que ya sea que en este mundo nos sucedan cosas que consideremos buenas o malas, en todo momento Dios está a nuestro lado y en todo interviene siempre para nuestro bien (ver Rom 8, 28).

Ello significa que en la felicidad o en la tristeza, en la salud o en la enfermedad, en la calma o en la crisis, nuestro Padre Celestial nos tiene sostenidos de la mano, vela por nosotros, nos da la fuerza, la luz que rompe nuestras tinieblas y transforma toda situación de dolor y de muerte en camino de vida y de esperanza. Y eso es algo que siempre debemos y podemos agradecer. No hace falta que entendamos las razones, que sepamos los porqués (en Su misericordia infinita Dios calla explicaciones que tal vez nos resultarían más dolorosas, porque nos enfrentarían a verdades sobre nosotros mismos que quizá no nos gustaría reconocer. Eso también tendríamos que agradecer).

San Pablo nos ayuda a 'ahorrarnos la pena' de malinterpretar las buenas intenciones de Dios y tener que disculparnos luego avergonzados. Nos evita tener que desandar nuestros pasos airados tras sufrir la vergüenza de comprobar demasiado tarde que aquello aparentemente malo que reclamamos a Dios fue en realidad una bendición que contribuyó a santificarnos (por ejemplo una crisis que nos movió a orar, nos hizo crecer en fortaleza, humildad, solidaridad, amor y aprecio hacia quienes nos rodean, mucho más que todo el bienestar que quizá ni apreciábamos ni nos hubiera hecho volver el rostro hacia Dios y hacia nuestros hermanos).

Como creyentes se nos invita a agradecerle todo a Dios porque sólo Él sabe cuándo sí y cuándo no conviene que nos conceda lo que le pedimos; porque sólo Él nos ama tanto que quiere pasar el resto de la eternidad con nosotros y con ese fin ha hecho, hace y hará todas las cosas para nuestro bien.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “El regalo de la Palabra”, Col. ‘Fe y Vida’, ciclo B, Ediciones 72, p. 118, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 18 de agosto de 2024 en la pag web y de facebook de Ediciones 72