Testimonio de luz
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Cómo describirías la luz a una persona que nunca la ha visto?, ¿tratarías de explicar qué es o en qué consiste o tal vez mencionar los efectos que produce?, ¿sus consecuencias?
Esto viene a colación porque en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Jn 1, 6-8.19-28) dice que Juan el Bautista vino "para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz" (Jn 1, 7-8).
El evangelista menciona dos veces la singular misión de Juan, le da gran importancia, ¿por qué?, porque en un mundo que vive en tinieblas hace falta quien esté dispuesto a anunciar la luz, a mantener viva la esperanza, a no permitir que la gente se resigne a la oscuridad.
Así como cuando de noche hay un apagón y todos en la casa se encuentran de pronto desconcertados e inmóviles, envueltos en la negrura, sin poder seguir haciendo lo que estaban haciendo, que probablemente requería de electricidad, y en eso alguien anuncia que se asomó a la calle y averiguó que ya están reparando la falla y no tarda nada en reanudarse el servicio, todos experimentan un alivio, la seguridad de que no va a ser uno de esos apagones de toda la noche, y se disponen a esperar con confianza y buen ánimo a que llegue la luz, del mismo modo en la vida espiritual, cuando se vive un apagón, cuando se queda uno sorprendido por la oscuridad del mal que le rodea, o por la oscuridad del pecado en el que cae, o por la oscuridad de la ignorancia de las cosas de Dios, cuando se queda uno paralizado por la negrura del temor, del desánimo, de la inercia, del no saber a dónde ir o cómo superar aquello, ¡qué felicidad que haya alguien que dé un testimonio de la luz!, alguien que anuncie que la tiniebla no llegó para quedarse, que viene y no tarda Aquel cuya sola presencia ilumina, restaura, devuelve la paz y la esperanza.
Antes y después del texto del Evangelio elegido para este domingo, su autor deja bien claro que la luz de la que es testigo Juan el Bautista es Aquel que existe desde el principio y por Quien todo fue hecho (ver Jn 1,1-5), Aquel que es "luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1,9)
Este Tercer Domingo de Adviento tiene el apelativo de 'Gaudete' o 'gozoso' porque anuncia que ya pronto podremos celebrar que Aquel que es Luz puso su morada entre nosotros.
Somos como viajeros nocturnos que cobran nuevos bríos cuando alguien anuncia con emoción que ya se vislumbran a lo lejos las lucecitas de su pueblo, de su ciudad, que están cerquita, que ya mero llegan, que falta poco.
Juan nos ha dado el anuncio, ha levantado su voz para invitarnos a caminar con redoblado empeño al encuentro del Señor y celebrar no sólo Su venida a este mundo sino que se ha quedado entre nosotros, aunque, no sepamos reconocerlo (ver Jn 1, 26).
Pero este feliz anuncio no es algo que podamos guardarnos, no es algo que debamos callar: estamos llamados a convertirnos como el Bautista en testigos de la luz, a dar a conocer a Aquel que es Luz del mundo, a anunciar a otros, a los que vienen con nosotros, cansados y quizá comenzando a desanimarse hundidos en la penumbra de un camino que parece demasiado largo, que adelante hay luz, pero no una luz cualquiera, no una que se queda inmóvil brillando en la lejanía, inalcanzable, sino una Luz que se ha encarnado, que está aquí, que se ha hecho cercana, y sólo se necesita que volvamos el rostro y nos acerquemos a ella para que nos ilumine con fuerza y destierre de nuestro corazón toda tiniebla.
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Como Él nos ama”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo B, Ediciones 72, México, p. 14, disponible en Amazon).