y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Invitados o desinvitados

Alejandra María Sosa Elízaga*

Invitados o desinvitados

'¡No es justo!, ¡eso no estuvo bien!, ¡pobrecito, ¿qué podía hacer si no tenía qué ponerse?!'

Las airadas protestas venían de las casi siempre tranquilas viejitas de las primeras filas de la iglesia. Su sorprendente reacción respondía a que al padre se le ocurrió preguntarles, durante la homilía, qué opinaban de lo que le había sucedido al hombre que se presentó al banquete sin traje de fiesta, según lo narrado por Jesús en el Evangelio que se proclama en la Misa dominical (ver Mt 22,1-14).

Y como sus reclamos recibieron cabezaditas de aprobación de numerosos feligreses cabe pensar que son muchos los que consideran, equivocadamente, que ahí se narra una injusticia, cuando en realidad es todo lo contrario. Veamos por qué.

Jesús está hablando con las autoridades de Su pueblo y les cuenta una parábola en la que compara la salvación prometida por Dios, que Él ha venido a traer, con el banquete de boda del hijo de un rey (con frecuencia en el Antiguo Testamento se habla de la relación de Dios con Su pueblo asemejándola a la de esposos).

Pone Jesús especial atención en la reacción de quienes son invitados. Nos dice primero que hubo unos que "no quisieron ir"(Mt 22,3), como implicando que hubieran podido, pero que sencillamente no les dio la gana.

Nos cuenta entonces que ante esta primera negativa el anfitrión envió de nuevo a sus criados, esta vez para que los invitados supieran que el banquete era suculento, a ver si se les antojaba acudir, pero "no hicieron caso"(Mt 22,5).

A la deslumbrante generosidad del rey unos respondieron con inexplicable indiferencia y otros con todavía más inexplicable violencia, pues insultaron y mataron a quienes les llevaban la invitación. Está claro que Jesús alude a la muerte que sufrieron los profetas del Antiguo Testamento, pero también podemos entender que se refiere a la actitud con la que muchos le responden hoy.

Narra Jesús que el rey dio un terrible castigo a los asesinos de sus enviados y pidió que se ampliara la invitación.

Como los destinatarios originales rechazaron lo que se les ofreció, se los ofreció a otros. El llamado a la salvación es para todos.

Dice Jesús que el salón del banquete se llenó de "buenos y malos", ello hace ver la gratuidad del anfitrión, que invitó incluso a quienes no lo merecían.

Pero entonces Jesús cuenta algo desconcertante: que cuando el rey vio que uno de los invitados no iba adecuadamente vestido le preguntó: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?"(Mt 22,12). El hombre se quedó callado. Entonces el rey mandó que lo ataran de pies y manos y lo arrojaran "afuera, a las tinieblas"(Mt 22,13).

¿Qué tenemos aquí? ¿Una tremenda injusticia contra un pobre hombre al que como invitaron a última hora no le dieron tiempo de vestirse adecuadamente? No. Y para entender esto cabe destacar algunos puntos:

1. El traje de fiesta equivale, en términos espirituales, a tener una adecuada disposición del corazón, a tenerlo, por ejemplo 'revestido' de amor, humildad, paz.

Nadie podrá entrar al Cielo envuelto en egoísmo, soberbia, odio.

2. Aunque el salón estaba lleno de invitados de última hora, buenos y malos, sólo él no llegó preparado. Si hasta los malos alcanzaron a vestirse de fiesta, él no tenía pretexto.

3. El anfitrión lo llamó afectuosamente 'amigo', y cuando le preguntó por qué entró sin traje de fiesta, el otro calló. Si hubiera dado una explicación, si hubiera pedido perdón y se hubiera mostrado avergonzado, sin duda hubiera sido ayudado (era práctica común en ese tiempo proporcionar ropajes a invitados que llegaban de lejos o de repente), pero su silencio implicaba que ni tenía disculpa ni le apenaba estar como estaba.

Callaba con ese silencio hostil y empecinado con que Sus enemigos respondían a Jesús cuando los cuestionaba (ver Mc 3,4b; Lc14,3-4).

Cae por tierra la infundada esperanza de los que dicen: 'Por Su misericordia Dios va a salvar a todos hagan lo que hagan'. Decía san Agustín: ‘Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti’. No se puede entrar al Cielo con el corazón 'malvestido' de egoísmo, odio, violencia, avaricia.

El rey se mostró ya muy misericordioso al invitar a este hombre y cuestionarlo amigablemente dándole una última oportunidad, fue culpa del hombre ser echado fuera por aferrarse a seguir como venía.

Su caso no sólo denuncia la lamentable desatención y grosería que suele recibir como respuesta a Su desmedida atención y bondad el mejor Anfitrión, sino que constituye un llamado de alerta para que reflexionemos en que seremos invitados a entrar a la vida eterna cuando menos lo pensemos (por algo Jesús insiste en que estemos preparados, pues no sabemos ni el día ni la hora), y cuando llegue ese momento ya no habrá tiempo para vestirnos de gala. La muerte eternizará aquello por lo que optamos en vida. Y aquello de lo qué esté nuestro corazón revestido determinará si seremos no sólo de los muchos llamados, sino de los pocos escogidos.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Caminar sobre las aguas”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 158, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 15 de octubre de 2023 en la pag web y de facebook de Ediciones 72