y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Qué sentido tiene sufrir?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Qué sentido tiene sufrir?

'No quiero que sufra'.

Probablemente has dicho esa frase más de una vez refiriéndote a algún ser querido a quien te parte o partía el alma ver sufrir.

Y es que como que duelen más los sufrimientos de quienes amamos.

¿Qué papás no estarían dispuestos a cambiarse por su hijo enfermo si ello le devolviera a éste la salud? Surge en forma natural en nosotros el deseo de hacer algo para que otros no sufran.

Claro que eso puede llevar a extremos. Cuentan que en un velorio le preguntaron al yerno: 'oye, pues ¿de qué se murió tu suegra que está toda moreteada?' Contestó: 'La pobre estaba cosiendo, se pinchó el dedo con la aguja y pues tuve que rematarla a pedradas para que no sufriera'. Es un chiste cruel, pero lamentablemente hay respuestas parecidas que sólo tienen lo cruel y nada de chiste: hay quien dice: 'no quiero que sufra por ser un niño no deseado, así que lo aborto'; 'no quiero que sufra por ser una carga para nosotros, así que lo despacho al asilo o le aplico la eutanasia'.

Como se ve, eso de 'no quiero que sufra' tiene, como decimos en México, sus 'asegunes', pues tras la supuesta buena intención de que alguien 'no sufra' puede haber egoísmo o deseo de que se adapte a nuestra conveniencia.

Como le pasa a San Pedro en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 16, 21-27).

Jesús anuncia que tiene que ir a Jerusalén donde va a padecer mucho, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Y entonces Pedro, sin duda movido por aquello de 'no quiero que sufra', pero también por su idea particular de lo que debía ser el Mesías, se lleva aparte a Jesús y trata de disuadirlo diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a Ti”.

Resulta significativo que lo primero que Jesús anuncia le impacta tanto que no se fija en lo último. Se atora en el “padecer” y no advierte el “resucitar”. Su intención es buena, pero se lleva la peor regañada de su vida por pretender que su Señor se deje influir por el punto de vista humano y no por lo que quiere Dios.

Y es que, contrariamente a lo que solemos pensar, el sufrimiento no siempre es algo negativo, depende del sentido que tenga y del fruto que dé.

El sufrimiento que Jesús anuncia a Sus discípulos es redentor, permite que se cumpla el plan de salvación de Dios. De ahí que no sea buena idea que Pedro le aconseje a Jesús que lo evada. Y de ahí que nosotros estemos llamados a asumir el sufrimiento desde el punto de vista divino, no solamente humano.

El problema es que ya de entrada la palabra 'sufrir' nos da 'ñáñaras' y queremos sacarle la vuelta a toda costa. Hasta hay una secta por allí que usa como gancho para atraer incautos la falsa promesa de que van a parar de sufrir, pero la verdad es que el sufrimiento es inherente a la condición humana.

No se puede no sufrir, lo que sí se puede es encontrarle sentido y aprender a sacarle algo positivo. Y ¿cómo se logra esto? Nos lo dice Jesús: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

Analicemos esto por partes. “El que quiera venir conmigo”, es una invitación libre para acompañar a Jesús, para ir hombro con hombro con Él; “que renuncie a sí mismo”, en otras palabras, que deje de aferrarse a su egoísmo, a su conveniencia, que se quite del centro de su mundo y deje que ese centro lo ocupe el Señor; “que tome su cruz y me siga”, es decir, que acepte y aproveche las circunstancias que se le vayan presentando en la vida para seguir a Jesús en amor, paciencia, humildad, dulzura, servicio, justicia. Que comprenda que puede unir la cruz que carga a la de Jesús, y encontrar el sentido redentor a cuanto le toque sufrir. Y ojo: no se trata de querer sufrimientos ni de no buscarles remedio, sino de enfrentar los inevitables de otra manera, no como algo agobiante, sino como camino luminoso que puede conducir a la paz.

Añade Jesús: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por Mí la encontrará”. El que por no querer sufrir se introduzca en caminos falsos acabará extraviándose. No hay que olvidar que sólo Jesús es “el Camino” (Jn 14,6).

El mundo ofrece muchas salidas, muchas promesas mentirosas de pasarla siempre bien, de intentar evadir el sufrimiento mediante el alcohol, la droga, la frivolidad, cediendo a todo lo que se desee. Quien sigue eso dice: ‘¡esto es vida!’, pero se engaña. No es vida verdadera. Pregunta Jesús: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?”.

Resulta significativo que el diccionario define 'sufrir' como sinónimo de 'tener paciencia'. He aquí la clave para vivir el sufrimiento: la paciencia. Pero ¿cómo se puede tener paciencia cuando se sufre? Cuando se le encuentra sentido, razón. Alguien dijo que no nos mata el sufrimiento, sino la impaciencia con que lo enfrentamos.

Jesús propone no una vida de sufrimiento, sino que el sufrimiento dé vida: aprovechar lo que nos toque sufrir para crecer no en amargura, sino en dulzura, no para 'repelar', sino para agradecer, no para convertirnos en tiranos, sino para ser humildes; no para alejarnos, sino para acercarnos a Él, y así no perder nuestra vida intentando ganarla, sino perderla en Sus manos y en verdad encontrarla.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Caminar sobre las aguas”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 140, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 3 de septiembre de 2023 en la pag web y de facebook de Ediciones 72