Para empezar bien el año
Alejandra María Sosa Elízaga*
Dicen que lo que bien empieza bien acaba. Basadas en esta creencia muchas personas buscan empezar bien el año, pero para ello caen en el absurdo de realizar ciertas prácticas supuestamente 'tradicionales' que van de lo inútil (atragantarse de uvas) a lo ridículo (ponerse tangas rojas), pasando por lo verdaderamente supersticioso (colgar ajos, barrer las supuestas 'malas vibras', sacar las maletas, comprar borregos cargados de lana, pero no la lana que se teje, sino falsas monedas), para dizque asegurar que el año nuevo les resulte 'próspero', como se acostumbra desear: un ‘próspero’ año nuevo.
La verdad es que todas esas prácticas no sirven más que para engordar el bolsillo de comerciantes y merolicos, pues por más esfuerzos que haga o por más rituales que practique el ser humano, no puede tener ni tendrá conocimiento o dominio sobre su futuro, y pretender tenerlo es caer en el grave error de querer igualarse a Dios, que es el Único que conoce lo que acontecerá ya no digamos mañana, sino dentro de ¡un minuto! pues no está sujeto, como nosotros, a los límites del tiempo, ya que Él lo creó.
¿Qué puede hacer entonces la gente que tiene la legítima aspiración de querer comenzar bien el nuevo año? La Iglesia nos da la respuesta.
En este primero de enero, en que celebra la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, no sólo nos anima a comenzar este año tal como empezó Jesús Su vida en este mundo: tomando la mano materna amorosa de María, sino que además nos regala, como Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa, un bellísimo texto en el que Dios mismo propone algo verdaderamente bueno para nosotros, algo no sólo para empezar bien el año, sino para ¡seguir bien siempre! Se trata de una hermosa bendición con la que podemos pedir para familiares, amigos, conocidos -y aun desconocidos- un verdadero torrente de bienes:
“Que el Señor te bendiga y te proteja; haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz.” (Núm 6, 24-26).
Veamos el inmenso tesoro que encierran estas palabras:
Que el Señor te bendiga
Que derrame sobre ti toda Su gracia, toda Su ternura, todo lo bueno que quiere siempre regalarte en abundancia, todos los dones que tiene reservados especialmente para ti.
y te proteja
Que te cuide, que te tenga siempre en la palma de Su mano. Algunas Biblias traducen: “y te guarde”, es decir, te libre del mal, de ceder a la tentación de elegir caminos que puedan apartarte de Él; que sea para ti, como dice el salmista: tu fortaleza, tu roca, tu refugio, tu escudo, tu fuerza salvadora... (ver Sal 18, 2-3).
haga resplandecer Su rostro sobre ti
En el Antiguo Testamento se narra que sólo los amigos de Dios, como Abraham, como Moisés, podían ver Su rostro. Esta petición podría interpretarse como un deseo de que Dios te considere Su amigo, que tengas con Él una relación cercana, íntima, personal, que verdaderamente ilumine tu vida; y que nunca pierdas Su amistad...
y te conceda Su favor
Un favor es algo que siempre beneficia a quien lo recibe; se pide a Dios, que siempre escucha tus oraciones, que te conceda lo mejor, lo que desde Su sabiduría y amor infinito por ti sepa que en verdad te conviene.
Que el Señor te mire con benevolencia
También es traducido como: “te mire con misericordia”. La mirada del Señor es siempre de amor. Se le pide que ponga en ti esa Su mirada infinitamente amorosa, y sea contigo como Él es: siempre paciente, siempre indulgente, siempre dispuesto a creerte, a disculparte, a perdonarte, a darte una nueva oportunidad.
y te conceda la paz
Qué extraordinario poder tener y mantener la serenidad y la alegría aun en medio de situaciones que te pongan duramente a prueba (como una contrariedad, una enfermedad, un contratiempo, una crisis). ¿Cómo se consigue esto? Abriéndose a recibir este regalo de Dios con un corazón que sepa abandonarse confiadamente en Sus manos y aceptar dócilmente Su voluntad.
Acepta esta invitación a comenzar el año no llenándote de 'chucherías' para la 'buena suerte', sino llenándote de Dios. Verás ¡qué diferencia!
No puedo terminar sin dedicar unas líneas a nuestro amado Papa Bene, que como dijo una amiga, hoy dejó de hablarnos a nosotros de Dios, y se fue a hablarle a Dios de nosotros. Regocijémonos por el extraordinario legado de su obra y su testimonio de sabiduría, humildad y caridad. Agradezcamos a la Divina Providencia habernos dado un Sumo Pontífice del que no me cabe duda que un día será llamado san Benedicto Magno, Doctor de la Iglesia. Y encomendémonos a su intercesión.
Por mi parte, agradezco que recibas y leas mis reflexiones, y pido para ti, en este 2023 y siempre, un bien incalculable: Que el Señor te bendiga y te guarde; haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su favor. Que el Señor te mire con misericordia y te conceda la paz.