¿La vida?, ¿el destino?
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘Gracias a la vida que me ha dado tanto’; ‘que sea lo que el destino quiera’; ‘si los astros me son propicios’; ‘si el universo lo permite’; ‘si las fuerzas cósmicas no se oponen’.
Todas estas son frases muy comunes, la primera incluso es parte de una famosa canción.
Las suelen usar los 'no creyentes' cuando tienen necesidad de agradecer algo bueno que les ha sucedido o esperar que algo bueno les suceda, pero se resisten a aceptar que ello provenga o dependa de Dios, así que se meten en camisa de once varas buscando sustitutos, modos de hablar que no suenen 'mochos' sino 'intelectualmente correctos': modos que, por ejemplo, mencionen elementos de la Creación pero evadan cuidadosamente mencionar al Creador.
Lo curioso es que no advierten que con estas frases están revelando, por una parte, su innegable necesidad de someterse a un ser superior, y por la otra, que en su afán de encontrarle sustituto a Dios han caído en el absurdo de otorgar atributos divinos a lo que no puede tenerlo. Analicemos esto más detenidamente.
¿Por qué dar gracias a la 'vida'? Uno da las gracias a alguien no a 'algo'. La vida, escrita así con minúscula, es sencillamente un sinónimo de 'la existencia', lo que el diccionario define como 'espacio de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte', y un 'espacio de tiempo' no sólo no oye ni entiende ni aprecia que se le den las gracias, sino que tampoco las merece pues no 'hizo' nada.
Esto de agradecer a 'la vida' resulta absurdo; es como si un turista se bajara de un autobús luego de un trayecto maravilloso, y se pusiera a darle efusivas gracias al vehículo, en lugar de ¡al chofer que lo manejó!
Y, ¿qué es eso de 'que sea lo que el destino quiera'? Destino es una palabra que se refiere a acontecimientos futuros y desconocidos, no representa a nadie, así que ¿por qué cabría esperar que se haga lo que 'quiera' si no puede querer nada porque no es una persona? Y en todo caso, ¿por qué someterse a su 'querer', dando por hecho que querrá algo bueno?
Quienes se muestran tan dispuestos a aceptar la voluntad de 'la vida', 'el universo' y demás desatinos cósmicos, harían bien en preguntarse en qué basan su confianza de que les depararán algo positivo. ¿Qué tal si no es así? Después de todo hay muchos que hablan de los 'caprichos del destino' o de la 'perra vida', así que en una de ésas, pueden no salir muy bien librados si se encomiendan a ellos. No se dan cuenta de que inconscientemente están trasladando a estos 'entes', características que sólo Dios tiene, como la bondad, la misericordia, el desear siempre nuestro bien. Dicen confiar en el 'destino' como un creyente confía en Dios, la diferencia es que la confianza de ellos cae en el vacío y en cambio quien confía en el Señor no queda nunca defraudado.
¿Qué lleva a ciertas personas a preferir encomendarse a cosas que a Dios? Entre muchas posibles causas cabe mencionar que probablemente nunca se han detenido a mirar todo lo creado, preguntarse de dónde pudo haber surgido, y darse cuenta de que la 'vida' no se creó sola y el 'universo' tampoco.
Me contaba un amigo que su conversión inició un día en que la maravilla de un programa buenísimo que instaló en su computadora lo hizo pensar que quien lo diseñó era un genio, y más tarde eso lo llevó a reflexionar que de igual modo tenía que haber un Diseñador genial de todas las maravillas de la Creación, Alguien que lo creó todo y sostiene en perfecta armonía, lo mismo al bichito microscópico que a la megagalaxia, al pez sumergido en las profundidades del océano que al ave que remonta el vuelo en una cumbre nevada.
Cabría añadir, siguiendo esa línea de pensamiento, que así como al ver lo creado se deduce la existencia de un creador, al ver que lo que mueve al mundo, que lo que hace a todo ser humano feliz es el amor, se deduce también que Aquel que creó el mundo, lo creó por y para el amor. Así pues, a diferencia de los que se encomiendan, con temor y desconfianza, a un 'destino', que puede resultarles 'cruel', quienes se encomiendan al amoroso Creador de todo cuanto existe, saben que pueden dejarse caer 'en blandito' en Sus manos bondadosas.
Los no creyentes suponen que al prescindir de Dios se han liberado de un yugo. Se equivocan. Es al revés. Se han echado encima un peso terrible: el de llevar solos sus problemas; el de ir por la vida abrumados por no tener a quién acudir cuando sufren y no le hallan sentido ni salida al sufrimiento; el de no creer que existe Aquel que dijo: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados por las cargas, y Yo os daré descanso" (Mt 11, 28).
El Salmo 69, que se proclama este domingo en Misa dice que el Señor es Bueno, que viene a nuestra ayuda, que es Clemente, que es Fiel en el socorro, que en Su ternura vuelve hacia nosotros Sus ojos; que nos mira en nuestra enfermedad, en nuestra aflicción y que jamás desoye nuestra súplica. Afirma rotundamente el salmista: "quienes buscan a Dios tendrán más ánimo"(Sal 69, 33).
¡Claro! quien acude al Señor tiene la seguridad de que sus palabras no caerán en oídos sordos (o peor, inexistentes) porque no le dará gracias a 'la vida' sino a Aquel que da la vida. No se encomendará al 'destino' sino al Dueño del tiempo y del espacio, a Aquel que vive desde siempre y para siempre. No pedirá que lo ilumine algún 'astro' a millones de años luz, sino Aquel que es la Luz, la única capaz de derrotar toda tiniebla.
(Del libro de Alejandra María Sosa Elizaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y vida’, vol. 4, Ediciones 72, México, p.105, disponible en Amazon).