y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Quién dice '¡yo!'?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Quién dice '¡yo!'?

En la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (Is 6,1-8), hay un contraste enorme que resulta verdaderamente conmovedor.

Dice el profeta Isaías que vio a Dios "sentado sobre un trono muy alto y magnífico", que la orla de Su manto llenaba el templo, que unos serafines lo aclamaban como el 'Santo, Santo, Santo', Aquel cuya "gloria llena toda la tierra", y cuenta que hasta las puertas temblaban al clamor de su voz.

Es una escena impresionante que muestra la grandeza y majestuosidad de Dios.

Pero entonces nos cuenta Isaías que oyó la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?".

Es ¡inaudito! De un Señor tan poderoso, tan imponente, uno esperaría que se levantara y con mirada penetrante, dedo flamígero y voz atronadora señalara a alguno y le dijera: '¡¡Fulano: Decidí que voy a enviarte a ti, así que tú irás de parte mía, y te callas y obedeces, porque Yo soy Dios, te lo ordeno, y no tienes de otra!!'

Pero no sucede así. Todo lo contrario. El Señor pregunta en voz alta a quién enviará, casi casi como esperando voluntarios, que alguien por ahí alce la mano, que se ofrezca, que diga: 'yo'.  ¿No es conmovedor? 

El estilo de Dios, siempre tan delicado, tan discreto, que a pesar de anhelar intensamente que respondamos a Su invitación, nunca nos obliga.

Dios pregunta: "¿A quién enviaré?" y permite que nos hagamos 'rosca', que finjamos demencia, que respondamos: 'ahoritita, ¿eh? nomás espérate tantito que salga de este asunto';  que le digamos que sí pero no digamos cuándo.

Su invitación es tan abierta, tan libre, que nos parece que fácilmente podemos pasarla por alto sin mayores consecuencias, dejarla para después, arrinconarla, olvidarla.

En el fondo hay quizá cierto temor a ofrecerse de voluntario (un señor que hizo eso en un circo, acabó ¡en la jaula del león!), así que decimos, '¿Dios anda buscando a quién envía?, pues que ni voltee para acá, que elija a otro, hay muchos, a ver a quién se le ocurre, para eso es Dios; yo lo más que puedo hacer es darle unas buenas sugerencias, por ejemplo que envíe -de preferencia bien lejos- a mi cuñadito o a mi suegra, eso sería perfecto, pero a mí que me deje como estoy que así estoy bien'.

¿Por qué reaccionamos así? Porque no hemos comprendido lo que significa ser enviados por Dios, como que nos imaginamos que a Él le encantan los mártires así que cuando envía a alguien es para que le vaya 'como en feria', o para que deje todo y se vaya de ermitaño o de monja; se nos olvida que fue el Señor quien nos dio nuestros talentos y capacidades, que sabe para qué somos buenos así que jamás nos enviará a hacer algo que contradiga lo que nos llamó a ser.

Lo que Él pide es que lo que hagas, lo hagas como enviado suyo, es decir, que desde tu situación particular de miembro de una familia, de una comunidad, ejerzas tus capacidades no sólo porque puedes o te gusta hacerlo, sino para construir el Reino.

Lo vemos en el Evangelio de este domingo (Lc 5, 1-11): Simón era pescador, y el Señor no destruyó su vocación, sólo le dio un nuevo giro, un nuevo sentido: lo invitó a pescar para el Reino de Dios.

La pregunta del Señor sigue resonando hoy. Él sigue buscando quién irá de parte suya, ¿a hacer qué? a defender Sus intereses en un mundo que tiende a olvidarlos; a ser Su representante.

¿Eso qué implica? Saber que no importa en dónde estés o con quién, cuándo o cómo, tú eres enviado de Dios y Él espera que aproveches cada oportunidad para hacer presentes en tu mundo Su justicia, paz, perdón, verdad, compasión, amor...

Hoy te pregunta el Señor: ¿Quién irá de parte mía?, ¿a visitar a ese enfermo que está solo y deprimido?, ¿a esa reunión de amigas para que nadie 'destace' a las ausentes?, ¿a proponerle a los cuates una diversión sana -sin borracheras-?, ¿quién irá de mi parte a platicar con ese pariente amargado al que nadie se le acerca?, ¿a sonreírle a esa dependienta tan malhumorada?, ¿a llevar algo calientito a ese niño en situación de calle? ¿quién irá de parte mía a sembrar paz en esta familia?, ¿a defender a ese trabajador que sufrió una injusticia?, ¿a buscar que se reconcilien esos dos que están enojados?, ¿quién irá de parte mía a ofrecer palabras de consuelo, a compartir una alegría, a tender una mano, a dar un consejo, un gran abrazo? ¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?...

 

(Del libro de Alejandra Ma Sosa E “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y Vida’, vol, 1, Ediciones 72, México, p. 89, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 6 de febrero de 2022 en la pag web y de facebook de Ediciones 72