y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¡Hey, tú!...¡Sí, tú!...¡Te habla Dios!

Alejandra María Sosa Elízaga*

¡Hey, tú!...¡Sí, tú!...¡Te habla Dios!

Cuando leemos en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 1, 1-4. 14-21) que Jesús tomó un texto de la Sagrada Escritura, lo leyó y luego afirmó: 'Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4, 21), solemos pensar que Él se refiere a que se cumplió el texto del profeta Isaías que leyó (que dice que el Espíritu del Señor lo ha ungido para llevar a los pobres la Buena Nueva, anunciar la liberación a los cautivos, etc.) y esto, desde luego, es cierto: en Jesús se cumple todo lo anunciado por los antiguos profetas, pero quisiera proponer que no limitemos esa frase del Señor, que no nos conformemos con pensar que la dijo sólo para ese particular trozo de la Escritura:

¿Por qué no atrevernos a tenerla presente, por ejemplo, cada vez que escuchamos la Palabra proclamada en Misa?

¡Qué diferente sería nuestra manera de atender lo que dicen las Lecturas y el Evangelio si pensáramos que lo que dicen se está cumpliendo hoy en nuestra vida, que nos queda como anillo al dedo, que viene muy al caso! Pues ¡así sucede en verdad!

Dice en la Carta a los Hebreos: "Ciertamente es viva la Palabra de Dios, y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón." (Heb 4,12).

¿Qué significa esto? Que la Palabra de Dios no es como cualquier palabra que se pronuncia y se pierde en el viento; tampoco es palabrería vana ni rollo caduco; es Palabra que está viva y es eficaz, es decir que es actualísima pues ilumina lo que estás viviendo en este momento y hay en ella un mensaje divino para ti, una luz, como dice el Salmo dominical, 'para alumbrar el camino'.

Afirma Dios que Su Palabra cumple su encargo, pues es como lluvia que no vuelve al cielo sin antes empapar la tierra, fecundarla y hacerla germinar (ver Is 55, 10-11), eso quiere decir que cuando Dios te da Su Palabra lo hace con un propósito muy definido: consolarte por ese momento difícil que estás pasando; animarte a realizar ese sueño que sembró en tu corazón; exhortarte a cambiar cierta cosa que necesitas enderezar; hacerte saber que está a tu lado; llenar tu alma de paz y de esperanza, fecundar tu corazón y hacer que des abundantes buenos frutos...

El Dios que te creó, que te ama más que nadie y sabe, mejor que nadie por lo que estás pasando y lo que más te conviene para salir adelante, es el que te habla a través de Su Palabra. No te vayas con la ‘finta’ de que eso que dice no es para ti sino para otros en la Iglesia; ni creas que eso que oyes no te concierne hoy porque lo has oído antes muchas veces.

El Señor que sabe exactamente lo que te sucede ahorita, te está dirigiendo la Palabra a ti, no importa que al mismo tiempo se la dirija también a otros, aunque la Palabra sea la misma que todos escuchan, para cada uno tiene un mensaje especial, a cada uno le llega al corazón de manera distinta. Lo único que se necesita es ¡abrirse a la escucha!  No en balde el primer mandamiento de los judíos es el 'Shemá Israel': ¡Escucha, Israel!

Tenemos un Dios que nos habla, que se comunica con nosotros mediante Su Palabra, ¡qué tristeza que permitamos que esta Palabra nos entre por un oído y nos salga por otro!, ¡qué desperdicio que la oigamos como quien oye llover y que al momento en que se proclama la Palabra de Dios en Misa estemos distraídos, pensando en otra cosa.

Jesús te dice: la Palabra que estás escuchando se cumple hoy, viene al caso hoy en tu vida, ¡date cuenta, préstale atención! 

La semana próxima se proclama la continuación de este Evangelio dominical, y en él se ve de qué manera desperdiciaron la Palabra del Señor los que la escucharon en aquella sinagoga de Nazaret. Por andar pensando en otras cosas, por distraerse preguntándose de dónde le venía a Jesús tanta sabiduría, no captaron el extraordinario mensaje que venía a traerles. Todos los ahí presentes estaban muy necesitados de consuelo, de Buena Nueva, de liberación, pero pusieron oídos sordos a Aquel que vino a anunciárselos.

Hoy el Señor tiene algo especial que decirte a ti... ¿sabrás escucharlo?

 

(Del libro de Alejandra Ma Sosa E “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y vida’, vol. 1, Ediciones 72, México, p. 80, disponible en amazon).

Publicado el domingo 23 de enero de 2022 en la pag web y de facebook de Ediciones 72