y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Tienes tiempo?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Tienes tiempo?

Un amigo me dijo: '¡ya se acabó este año!'. Y no crean que se refería a un año que recién terminaba, sino ¡a uno que estábamos apenas comenzando!

Sus palabras expresaban algo que muchas personas sentimos: que el tiempo se va cada vez más rápido, que pareciera que se acorta o se acelera y cuando, por ejemplo, llegan fechas de eventos que conmemoramos anualmente (un cumpleaños, un aniversario), nos da la impresión de que apenas los acabábamos de celebrar ayer y exclamamos asombrados '¿ya pasó un año?, ¡cómo vuela el tiempo!'

Y lo peor de todo es que ahora el tiempo no alcanza para nada. Es curioso. Nos hemos rodeado de toda clase de 'ayudas' para 'ahorrar tiempo': aparatos domésticos, computadoras, autos veloces, aviones supersónicos, y ¿qué pasó con el tiempo que supuestamente ahorramos?, ¿a dónde se fue? Se me hace que el 'banco' en el que lo pusimos se lo 'clavó', porque no sé tú, pero yo no he visto esos 'ahorros' ¡por ningún lado!

Por ejemplo: haca muchos años yo escribía todo a mano. Mi hermana me convenció de que comprara una computadora. Insistió tanto que por fin lo hice. El intruso artefacto estuvo contemplándome amenazador durante semanas antes de que me atreviera siquiera a encenderlo. Por fin aprendí a usarlo y comprobé que era verdad, ¡me hizo ahorrar muchísimo tiempo!, tanto que ahora escribo mucho más que antes por lo cual estoy igual -o peor- que al principio, pues de todo ese tiempo que ahorré no he recibido de vuelta ¡ni un minuto!

El tiempo se ha vuelto un bien muy preciado. Y como suele suceder en relación a lo que nos parece valioso, poseerlo despierta nuestra ambición y avaricia. Hacemos cualquier cosa por 'ganarlo', aunque luego no sepamos para qué ni cómo aprovecharlo de veras, y cuando por fin tenemos un poco más de lo que necesitamos nos cuesta mucho compartirlo, difícilmente lo prestamos y casi nunca lo regalamos.

¡Qué contraste el nuestro con el de los 'Reyes Magos' de los que nos habla el Evangelio que se proclama este domingo en Misa! (ver Mt 2, 1-12).

Si hubieran vivido en nuestros días alguien les hubiera aconsejado: 'para ahorrarse el tiempo empaqueten el oro, el incienso y la mirra y ¡mándelos a Belén por mensajería!' Pero gracias a Dios no fue así, y ellos no consideraron que 'perderían' demasiado tiempo en un viaje que ha de haber tardado muchos meses. El tiempo invertido en ese viaje era parte de lo que querían ofrecerle al Señor.

Esto me recuerda a una maestra hawaiana que contaba que un alumno suyo le regaló un caracol muy bonito, y cuando ella le dijo: '¡pero estos caracoles sólo se encuentran del otro lado de la isla!, ¡debes haber caminado mucho para encontrarlo!', el niño sonriente respondió: '¡claro!, la caminata forma parte del regalo'.

¿Qué tal si ahora que todavía estamos empezando el año nos disponemos a regalar ese tiempo que estamos tan obsesionados por 'ahorrar'?

Empieza por regalárselo a Dios. Quizá te has acostumbrado a dedicarle, como la canción, 'el tiempo que te queda libre si te es posible', pues bien, es hora de darle un tiempo especial, privilegiado, que de antemano determines disponer para Él, por ejemplo para ir a Misa no sólo el domingo, sino entre semana (en muchas iglesias empieza la primera Misa a las 6, y la última a las 8 pm, ideal para participar en ella antes o después de tus labores cotidianas); o para ir a orar un ratito ante el Santísimo, o para rezar el Rosario en familia, o simplemente para sentarte un momento de silencio ante el Señor y dialogar con Él, darle gracias, pedirle perdón, encomendarle tus necesidades, etc. Y si dices: 'pero es que no tengo tiempo para eso', considera que siempre que le regalas tiempo a Dios, puedes tener la seguridad de que Él te lo devolverá con creces: verás cómo te rinde más, cómo comienza a alcanzarte más porque ¿sabes? Él acostumbra regresarlo todo multiplicado...

Dale también tu tiempo a quienes te rodean: tu familia, tus 'cuates', tu comunidad.

Hace años, en Navidad un amigo al que le encantan los cacahuates me regaló una latita llena de unos que él mismo se puso a descascarar; otra amiga me horneó un panqué, otra me hizo una bufanda. Me conmovieron estos obsequios que incluían el valiosísimo tiempo de quien los realizó.

Igual tú puedes regalarle tiempo a los demás. En cosas que hagas por ellos y también en momentos que compartas. La falta de tiempo nos aísla, nos hace perder contacto con quienes nos importan. Los dispositivos electrónicos también. Podemos estar en el mismo cuarto y cada uno mirando su propia pantalla, ajeno a los demás. No lo permitas. Date tiempo para platicar, o, mejor aún, para convivir con quienes amas. Aunque sea por zoom, pero realmente prestándose atención unos a otros.

Como decía mi amigo, que era sabio: 'no dejes que lo urgente te haga olvidar lo más importante'.

Por último, dedícate tiempo a ti, a disfrutar un momento de soledad, de paz, a reflexionar, escuchar música, leer un buen libro, caminar por un parque, contemplar un atardecer, qué sé yo, lo que sea que te agrade, pero hazlo sin prisas, sin afán de 'ahorrar tiempo', sin mirar el reloj, sin ser esclavo del horario...

Tu tiempo no se detiene ni se acumula; por más que pretendas 'ahorrarlo' se te va. La diferencia está en lo que te dejará cuando se haya ido: si lo aprovechas para de veras encontrarte con Dios, con los demás y contigo: una vivencia infinitamente enriquecedora; si lo desperdicias: un gran vacío.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “El regalo de la Palabra”, Col. Fe y Vida, vol. 3, Ediciones 72, México, p. 26, disponible en amazon).

Publicado el domingo 2 de enero de 2022 en la pag web y de facebook de Ediciones 72