y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

La Visitación de Santa María de Guadalupe

Alejandra María Sosa Elízaga*

La Visitación de Santa María de Guadalupe

Hay de visitas a visitas.

Hay unas que no dejan nada bueno; si estás malo, te ponen peor contándote el truculento caso de alguno que tenía lo mismo que tú y se murió; o se la pasan hablando mal de conocidos o desconocidos, dejándote las orejas calientes y el corazón frío; o ‘todo lo que digas podrá ser usado en tu contra’ para luego sermonearte o criticarte.

Son visitas de las que lo único que agradeces es que terminen, porque traen puro desasosiego.

Hay otras visitas, en cambio, cuyo buen recuerdo sigues saboreando mucho tiempo después porque te dejan el alma esponjadita y el ánimo alegre y renovado.

Las visitas de María son así. Su presencia dulce y serena, colmaba -y sigue colmando- de paz y alegría a sus visitados.

Lo vemos en el Evangelio que se proclama en este Tercer Domingo de Adviento en Misa (ver Lc 1, 39-48) porque en México celebramos la Solemnidad de Santa María de Guadalupe, y por cierto, se proclamará también en el Cuarto Domingo de Adviento.

Nos narra la ‘Visitación’ de María a su parienta Isabel, y viene de perlas para este día porque en él podemos hallar cuando menos cinco coincidencias con la que podríamos llamar la ‘Visitación’ de Santa María de Guadalupe a Juan Diego:

1. Zacarías e Isabel representan al antiguo pueblo de Dios, que seguía una religiosidad que ya no daba para más, con sus sacrificios de animales y su excesivo número de mandamientos y prohibiciones que muchos cumplían por cumplir, un pueblo necesitado de una profunda renovación interior y que aguardaba con ansia a Aquel que había de venir a salvarlos.

Juan Diego también representa a un pueblo antiguo que a su modo era muy religioso pero cuya religiosidad tampoco daba para más porque había recibido un golpe durísimo, pues con la llegada de los conquistadores no sólo se vieron de pronto víctimas de toda clase de desgracias: epidemias que los diezmaron y guerras que los convirtieron en vasallos, sino enfrentaron la devastadora certeza de que sus dioses los habían abandonado o habían muerto, lo peor que puede suceder a un pueblo profundamente creyente que todo lo hacía en función de su fe, un pueblo que por ello esperaba, necesitaba desesperadamente alguien que los salvara, que los rescatara de su tristeza de muerte y les devolviera el deseo de vivir.

2. Isabel llamó a María: ‘Madre de su Señor’. María se presentó a Juan Diego como la ‘Madre del Verdadero Dios por quien se vive’. En ambos casos no venía sola: traía en su seno al Salvador anhelado.

3. Isabel se preguntó: ‘¿Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a verme?’, también Juan Diego se reconoció indigno de que lo hubiera tomado en cuenta, a él que se consideraba tan sólo’ un hombre de campo, mecapal, parihuella, cola, ala...’.

4. María, había alabado a Dios porque puso Sus ojos en Ella, pequeña y humilde.  Ahora, llevando al Hijo de Dios en sus entrañas, Ella supo también poner sus ojos en la pequeñez y humildad de Juan Diego, y condescender a salir a su encuentro, hablarle en su lengua, con ternura y cariño y transmitirle un mensaje de una forma que él y todos los de su pueblo pudieran comprender y aceptar.

5. Dos ‘tocayos’ cuyo nombre significa ‘favor de Dios’, Juan el Bautista y Juan Diego, fueron elegidos como mensajeros para anunciar a sus respectivos pueblos la Buena Nueva, la llegada del Salvador, de Aquel al que Zacarías se referiría luego diciendo: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte” (Lc 1, 78-79).

Santa María de Guadalupe vino de visita trayendo ese Sol que iluminó a quienes se sentían envueltos en tinieblas, perdidos y solos; vino a encauzar su fe, restaurar sus corazones rotos y darles una nueva y sólida esperanza.

Estamos de fiesta y celebramos, porque además, a diferencia de lo que hizo con su parienta  Isabel, aquí María no vino de visita y se marchó a los tres meses; aquí pidió una casita porque quiso quedarse, y se quedó, a vivir entre nosotros, para siempre.

 

(Del libro de Alejandra Ma Sosa E “La Fiesta de Dios”, Colección ‘Lámpara para tus pasos’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 14, disponible en amazon).

Publicado el domingo 12 de diciembre de 2021 en la pag web y de facebook de Ediciones 72