¿Los reyes o el Rey?
Alejandra María Sosa Elízaga*
En este domingo en que celebramos la Solemnidad de 'Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo', conviene que tengamos presente lo siguiente:
Cuando Jesús admite que es Rey, inmediatamente añade que Su Reino no es de este mundo, como lo vemos en el Evangelio que se proclama en la Misa dominical (ver Jn 18, 33-37).
Como decimos ahora: 'pinta su raya', se deslinda por completo de lo que solemos entender por ‘rey’ y por ‘reino’. ¿Por qué? porque quiere hacernos ver que Él no es para nada como esos monarcas mundanos que son frívolos, alejados de la realidad de sus súbditos, soberbios y tiranos. Y que tampoco es como esos otros reyes, que aunque no son de carne y hueso, también reinan, pues desgraciadamente los hemos coronado nosotros mismos en nuestra propia vida.
Consideremos, por ejemplo al rey 'dinero', que nos obliga a desearlo cada vez más, nos enemista con los hermanos, nos lleva a cometer toda clase de tropelías por conseguirlo; como dice San Pablo: "la raíz de todos los males es el afán de dinero" (ver 1Tm 6,10).
Al rey 'poder', que nos enloquece haciendo que nos creamos superiores a todos, hasta dejarnos completamente solos y aislados.
Al rey 'vicio', que nos embrutece y violenta, nos vuelve esclavos, nos lastima a nosotros y a quienes nos rodean y al final nos deja terriblemente vacíos, enfermos y desamparados.
Al rey ‘fachada’, que nos dicta cómo debemos lucir y nos hace gastar y gastar en cosméticos, en gimnasios y operaciones, en una inútil y ridícula carrera contra el tiempo.
Al rey 'pantalla', que se apodera de nuestro ambiente familiar hasta romper toda comunicación y convertirnos en estatuas que pasan horas mirando su celular, su tableta, su computadora, su televisor, sin hablar ni pensar.
A los reyes 'lujuria' y ‘pornografía’, que nos hacen vernos y ver a los demás como meros instrumentos de placer pasajero.
Al rey 'consumismo', que nos convence de que necesitamos siempre algo más, y nunca nos deja estar conformes con lo que tenemos.
Al rey 'pereza' que nos seduce a seguir sólo el camino más fácil, a huir de cualquier esfuerzo, a procrastinar y desaprovechar nuestros dones.
En fin, basten estos ejemplos para comprender por qué el Señor -que murió por nosotros para darnos la vida- no quiere tener nada que ver con estos otros 'señores' (con minúscula), que no sólo no nos dan la vida, sino nos hacen vegetar en lo que el Papa san Juan Pablo II llamaba 'la cultura de la muerte.'
La Iglesia nos invita a celebrar que Jesucristo es nuestro Rey para que nos demos cuenta de que es hora de destronar a todos esos reyezuelos a los que les hemos permitido gobernarnos demasiado tiempo (recordemos que Él afirmó enfáticamente que no podemos servir a dos señores -ver Lc 16,1-).
Es hora de preferirlo a Él por encima de todo, hora de reconocer que Su Reino es el único que vale la pena, pues en él reina la misericordia de un Rey que sólo sabe amar, confiar, perdonar, esperar lo mejor de cada uno.
Un Rey para quien nadie llega demasiado tarde y que nunca prohíbe a nadie la entrada.
Un Rey para quien no sólo cuenta la acción sino también la intención (y por eso nunca le parece demasiado insignificante nuestra más pequeña obra buena).
Un Rey para quien tú eres lo más importante del mundo y por eso se desvive para conquistarte, porque te quiere invitar a unirte a Él por toda la eternidad.
Jesús nos enseñó a orar para pedir que Su Reino se establezca entre nosotros (ver Mt 6,10), lo cual no significa que sólo lo pidamos como niño engañado que le escribe al baboso e inexistente Santa Claus, sino que nos comprometamos a construirlo en nuestra vida. ¿Cómo? Con los materiales de que está hecho el Reino y que el propio Rey ha puesto a nuestro alcance: el amor; la verdad; la paz; la justicia; el perdón; la tolerancia; la comprensión...
Estableces el Reino en este mundo y permites que el Señor sea de veras tu Rey cada vez que consigues que estos materiales sean la materia prima de pensamientos, palabras y acciones con los que edificas (en el amplio sentido de la palabra) a tu familia, a tus amigos, a tu comunidad.
Hoy se te invita a preguntarte: ¿Quieres servir a los reyecitos o al Rey?; ¿a dónde te llevará tu elección?, y sobre todo, ¿cuál será la consecuencia y cuánto durará tu recompensa?...
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Vida desde la Fe”, Colección ‘Fe y Vida’, Ediciones 72, México, p. 53, disponible en Amazon).