Amor
Alejandra María Sosa Elízaga*
Se le preguntó a un variadísimo número de personas, (entre las que había creyentes y no creyentes, ricos y pobres, sanos y enfermos, extranjeros y mexicanos, etc.) qué consideraban lo más importante en sus vidas, qué era lo verdaderamente esencial.
Fue interesantísimo comprobar que a pesar de sus diferencias prácticamente todos llegaron a la misma conclusión: el amor. Coincidieron en afirmar que por encima de muchas cosas que suelen ser tenidas por indispensables (como la salud y el dinero, por ejemplo), a la hora de la hora, lo que verdaderamente no puede faltar, lo que hace la diferencia para que una persona sea feliz es el amor.
Ahora bien, si eso es lo más importante para el ser humano vale la pena saber qué se entiende por 'amor', porque esta palabrita ha sido tan traída y llevada que cada uno la entiende y la aplica como se le ocurre y puede ser que ya no tengamos muy claro su significado.
Si tuvieras que dar una definición de diccionario, ¿qué dirías que es el amor? Tómate un momento para pensarlo.
Para algunos el amor es un sentimiento, es 'sentir bonito'; para otros una buena acción; unos dicen que es un ideal inalcanzable, otros, un enigma. Para nosotros, como creyentes, el amor consiste en buscar el bien verdadero de la otra persona y poner los medios a nuestro alcance para conseguirlo. Y ¿cuál es ese bien verdadero? Que abra su corazón para recibir el verdadero amor, el que proviene de Dios.
Todo amor en este mundo es apenas un destello del amor de Dios, y está destinado a hacer que la persona a la que amas descubra por tu amor el amor de Dios. Y ¿cómo es el amor de Dios? Gratuito, incondicional, misericordioso, generoso, indiscriminado, inagotable...
Eso significa que cuando tú amas gratuitamente, sin esperar beneficiarte o que te den las gracias, que te devuelvan el favor, que te aplaudan, estás amando como ama Dios.
Cuando amas incondicionalmente, sin poner trabas, sin exigir requisitos, estás amando como ama Dios.
Cuando amas misericordiosamente, es decir, a pesar de las miserias del otro, de sus defectos, de sus errores y caídas, estás amando como ama Dios.
Cuando amas generosamente, no a cuentagotas ni con mezquindad sino de todo corazón, estás amando como ama Dios.
Cuando amas por igual a los que te aman que a los que no, a los que te hacen un bien que a los que no; a los que crees que 'se lo merecen' como a los que no, estás amando como ama Dios.
Cuando amas sin poner diques a tu amor, sin cansarte de amar, sin decir 'hasta aquí llegué', estás amando como ama Dios.
Y cuando amas así, tu amor brota de Dios, comunica amor divino, toca corazones porque es amor verdadero.
La Segunda Lectura que se proclama hoy en Misa tiene uno de los textos más conocidos, más bellos, más consoladores y más exigentes de la Biblia. Dice San Juan: "Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor." (1Jn 4,7-8).
¿Qué significa esto? Que cuando amas participas, aunque no lo sepas, del amor de Dios, experimentas, aunque no te lo expliques, esa alegría y esa paz en el corazón que provienen sólo de Dios; realizas la vocación a la que estás llamado, pues fuiste creado por y para el amor.
Nunca es más pleno y más feliz un ser humano que cuando ama. Y eso lo reconocen incluso los no creyentes. El amor le da sentido a toda existencia. Dice San Juan que amar es conocer a Dios, y en la Biblia el verbo 'conocer' implica tener una relación íntima, personal, cercanísima con alguien. Quien ama, entra en relación con Dios, aunque no se dé cuenta...
Qué bello descubrir que Dios quiere que lo conozcamos, que quiere entrar en relación íntima con nosotros y por eso nos ofrece mil oportunidades cada día para amar, mil oportunidades para disfrutar Su presencia luminosa en nuestra vida, para experimentar la felicidad de compartir y comunicar Su amor.
El problema es que las desperdiciamos. Nos dejamos llevar por un mundo que nos invita no a aprovechar cada ocasión para amar sino para odiar, mentir, competir, juzgar, despreciar, discriminar, pasar por encima de otros para obtener nuestros objetivos y perdernos el encuentro con el Dios del amor. San Juan nos invita a retomar la brújula, a recordar por qué el amor es lo verdaderamente esencial en nuestra vida.
Alguien podría decir: 'Nadie puede dar lo que no tiene, ¿cómo puedo amar si nadie me ama? ¿cómo puedo dar lo que no he recibido?', a lo cual cabe citar lo que dice San Juan en su carta más adelante: "El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero" (1Jn 4, 10). Como quien dice, no hay nadie que no pueda dar amor pues no hay nadie que no haya recibido primero un inagotable caudal de amor de parte de Dios.
Así pues, prepárate porque el Señor está esperando para encontrarse contigo en la próxima oportunidad que se te presente para amar; no la dejes pasar...
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “El regalo de la Palabra”, Colección “Fe y Vida”, ciclo B, Ediciones 72, México, p. 77).