y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

El éxito de la JMJ

Alejandra María Sosa Elízaga**

El éxito de la JMJ

Los políticos no se lo explican. Asistieron más de tres millones de personas y ninguna iba ‘acarreada’.

Los publicistas no se lo explican. Tal poder de convocatoria, cuando no hubo campaña de publicidad y la gran mayoría de los medios de comunicación ni siquiera mencionó que ocurriría este evento.

Los encargados de turismo no se lo explican. Más de tres millones de jóvenes reunidos en una de las playas más famosas y bellas del mundo, y no fueron ni a nadar ni a ver bañistas en tanga.

¿Cuál es esa explicación que evade a cuántos se preguntan a qué se debió el éxito extraordinario de la Jornada Mundial de la Juventud?

Cabe citar lo sucedido en la Misa que presidió Juan Pablo II durante la JMJ en Manila.

Acudieron millones de personas, y un reportero preguntó a las que estaban al fondo, que para qué se quedaban, si no alcanzaban ni a ver las pantallas ni a oír los altoparlantes; le respondieron: ‘porque ahí está el Papa’.

Lo mismo sucedió en Rió. Ahí estaba el Papa.

Los jóvenes querían estar con él. ¿Por qué?

Los ‘expertos’ de los medios especulan que se debe a que es muy carismático, hablan de ‘Papamanía’, dicen que Copacabana es ‘Papacabana’.

Achacan todo a las cualidades personales de Francisco.

Pero la razón del éxito extraordinario de la JMJ, no se debe a la simpatía del Papa, a su preparación, a su experiencia, a sus muchas virtudes, o a su coherencia de vida, todo lo cual desde luego es notable y muy digno de tomarse en cuenta.

El éxito no se debe a que vino ‘este’ Papa sino a que vino ‘el’ Papa, el sucesor de Pedro, aquel a quien Cristo nombró piedra sobre la que edificó Su Iglesia, y vino a hablar de Dios con una autoridad que no tiene nadie más en este mundo.

Por eso acudieron tantos a escucharlo.

Cansados de ser ignorados por los adultos, hartos de recibir promesas huecas, ser invitados a ir por caminos falsos, ser manipulados, los jóvenes apreciaron mucho que el Papa se tomara el trabajo de volar hasta Río para estar con ellos, para venir a traerles no oro ni plata sino algo invaluable: a Jesucristo.

Y captaron que vino a hablarles como un padre y pastor, que los ama sin condiciones, pero también los exhorta y les exige, y ¡vaya que les exige! Pero los jóvenes no tienen miedo de que les exijan, al contrario, es cuando más dan, cuando entregan lo mejor de sí.

El éxito de la JMJ no está en los millones de asistentes sino en que cada uno abrió su corazón a lo que el Papa le vino a dar y a pedir.

Les dio a Jesús y les pidió: “Vayan y hagan discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19).

El Papa invitó a los jóvenes, primero a encontrarse con Cristo y luego a salir, bajo la guía del Espíritu Santo, a ser misioneros, a lanzarse al mundo, desde su condición de laicos, estudiantes, profesionistas, llevando a Cristo a los demás.

Todo en la JMJ se enfocó a facilitar ese encuentro de los jóvenes con Cristo.

Tuvieron oportunidad de recibir catequesis, acudir a la Confesión (el propio Papa se puso a confesar, junto a cientos de sacerdotes), pudieron orar, participar de la Eucaristía, adorar a Jesús Sacramentado, y también divertirse sanamente.

Y fue notable ver que los jóvenes realmente respondieron: cuando había que escuchar al Papa, callaban; cuando había que orar, oraban. Se metieron de lleno.

Vivieron a tope esta experiencia que los dejó llenos de Dios.

En algunos medios llaman al Papa ‘pop star’. No lo es.

Si lo fuera, la playa donde pasaron la noche millones de jóvenes hubiera quedado llena de latas de cerveza, preservativos usados o restos de droga, pero no fue así.

Aquí nadie salió tambaleante ni con mirada perdida.

Los anglo parlantes usan una expresión muy significativa: ‘wasted’, para referirse al que se embriaga; significa gastado, pero también desperdiciado.

Pues de aquí nadie salió ‘wasted’ ni crudo, ni mal.

Todos salieron felices, sonrientes, no sólo por haber vivido experiencias inolvidables y tener un montón de amigos nuevos con quienes compartir la alegría de la fe, sino porque quedaron plenos del gozo y la paz de recibir lo que el Papa les vino a traer, a Jesucristo.

Dicen los medios que la JMJ fue un éxito por la nutrida asistencia, porque no hubo desorden y porque el Papa regresó, ¡fiuf!, sano y salvo al Vaticano.

Pero no radica allí el éxito de la JMJ, sino en que los jóvenes salieron de allí llevando a Jesús en su corazón.

Encontrarse con Él fue su delicia; compartirlo su urgente misión.

*Publicado el domingo 4 de agosto de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.856, pp 2 y 3.
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx).
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