y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Examen

Alejandra María Sosa Elízaga**

Examen

El Papa Francisco, como buen jesuita, hace diario el examen de conciencia que escribió el sabio fundador de su orden, san Ignacio de Loyola.

¿Te gustaría imitarlo en esta magnífica costumbre?

Aprovechando que este miércoles 31 la Iglesia celebra a quien es el santo patrono de todos los ejercicios espirituales, conoce su Examen y practícalo diario para obtener abundante fruto espiritual.

Consta de cinco puntos* que han de realizarse cada noche:

  1. El primer punto es dar gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos.
    Sumérgete en el gozo de saberte en la presencia amorosa de Dios.
    Repasa sin prisas tu día reconociendo cuanto Dios te permitió realizar, disfrutar, aprender, etc.
    Pero no te limites a decir ‘gracias’ sino exprésale cuánto significa para ti cada cosa, alábalo desde el fondo de tu corazón.
    Y disfruta la paz que inundará tu alma.
     
  2. El segundo es pedir gracia para conocer los pecados y ‘lanzallos’ (español antiguo para significar: lanzarlos fuera de nosotros, rechazarlos, deshacernos de ellos).
    Consiste, por una parte, en pedir a Dios que te conceda reconocer tus miserias, las faltas que cometiste a lo largo del día, y, por otra, pedirle Su gracia para no volverlas a cometer.
    Pregúntate: ¿Cómo respondí hoy a la presencia de Dios en mi vida y en la de aquellos con quienes me encontré?, ¿qué pensamientos ocuparon mi mente?, ¿a qué le he estado dando vueltas y vueltas y por qué?, ¿vale la pena?, ¿qué actitudes tuve y por qué?, ¿fui parte de la solución o parte del problema?
    Es un recuento que no debe conducirte a la desesperanza, al comprobar cuánto has pecado, sino a la esperanza, al saber que aunque caigas, Dios te ama, y siempre tiene hacia ti Su mano tendida para levantarte.
     
  3. El tercero es demandar cuenta al ánima desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en tiempo; y primero, del pensamiento; y después de la palabra, y después, de la obra.
    San Ignacio propone que cada día te esfuerces por combatir un defecto o pecado particular.
    Obviamente puedes trabajar el mismo durante muchos días, meses o años, hasta que logres dominarlo (aunque no siempre desterrarlo).
    Entonces cada día, en la mañana le pides a Dios la gracia de no cometer aquello.
    Al mediodía examinas si lo has cometido y pides a Dios la gracia de ya no cometerlo.
    Y por último en el examen antes de acostarte, vuelves a repasar el día para detectar si lo cometiste, cuántas veces, por qué, y en qué circunstancias (para evitarlas en adelante).
    Comparas tu examen de hoy con el de ayer, con el de antier, con el de hace una semana, un mes...
    Se trata de que no sólo sea un ejercicio reflexivo, mental, sino práctico, que te permita darte cuenta si estás avanzando o retrocediendo, y hacer algo al respecto.
     
  4. El cuarto es pedir perdón a Dios nuestro Señor de las faltas.
    Realiza un verdadero acto de contrición, exprésale al Señor tu dolor y arrepentimiento por haber pagado tan mal a Su amor y a Su mandato de amar.
    Y si detectaste que cometiste algún pecado grave, acude a confesarte.
    No te conformes con vivir en la tiniebla o en la mediocridad espiritual, no dejes que las faltas pequeñas o grandes se acumulen, se vuelvan costumbre, piedras en tu camino que te impidan avanzar, seguir al Señor que te llama a la santidad.
     
  5. El quinto proponer enmienda con Su gracia.
    Necesitas la gracia divina, no sólo para decidirte a tomar medidas concretas para superar tu pecado, sino para llevarlas a cabo.
    Pídesela a Dios. Él está ¡más que dispuesto a dártela!
    San Ignacio consideraba importantísimo hacer el Examen, decía que era un ejercicio que jamás se debía abandonar.
    Toma sólo unos cuantos minutos, pero es duradero su beneficio, porque en nuestra vida agitada, volcada hacia lo exterior, nos permite hacer una pausa vital, entrar en nosotros mismos, detenernos a reflexionar, a dialogar íntima y silenciosamente con Dios, volver hacia Él la mirada, aprender a vernos como Él nos ve, y reemprender el camino tomados de Su mano, con renvada caridad, esperanza y fe.

* Del Libro de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, # 43.

*Publicado el domingo 28 de julio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.856, p.6.
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx).
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