y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Sabes escuchar?

Alejandra María Sosa Elízaga**

¿Sabes escuchar?

Publicado en "Desde la Fe", Semanario de la Arquidiócesis de México, 
Dom 12 feb 12, año XVI, n. 781, p. 6

 

¿Te ha pasado que le cuentas algo a alguien que sólo está esperando una pausa en la conversación para contar lo suyo?
¿que aprovecha lo que le platicas para recordar que le sucedió lo mismo y ponerse a platicar cómo fue?
¿que te deja con la sensación de que no te hizo el menor caso y ni cuenta se dio de lo importante que era para ti lo que le estabas compartiendo?


Posiblemente sí.

¿Por qué?

Porque hablar es muy fácil pero escuchar no.

Es una cualidad que no mucha gente se preocupa en cultivar.

Tal vez por eso en la Misa de este miércoles, el apóstol Santiago (cuya Carta vamos a estar leyendo como Primera Lectura en la Misa de entre semana, de este lunes hasta el Miércoles de Ceniza), nos hace una propuesta a la que haremos bien en hacer caso: “Tengan esto presente: que cada uno sea pronto para escuchar y lento para hablar” (Stg 1, 19).

Y antes de que alguien piense que lo que está proponiendo es hablar deeeespaaaaacio, como los hermanos Lelos, cabe aclarar que lo de lento no se refiere a la velocidad de las palabras en sí, sino a la velocidad con la que se replique a lo que se esté escuchando.

Es una invitación con dedicatoria especial para quien no deja hablar a otros porque se la pasa interrumpiéndolos o completándoles las frases, o apresurándose a responder sin dejar que terminen siquiera de expresar una idea.

Se trata de un llamado a revisar si sabemos dialogar con los demás, y a proponernos que en esos diálogos sea mayor el tiempo que dediquemos a prestar atención a lo que otros tengan que decirnos que a tomar la palabra.

Pidámosle a Dios que nos dé un oído atento y compasivo, paciencia y mucha humildad, para no pensar que lo que podamos aportar es más valioso que lo que otros puedan aportarnos.

Que sepamos imitar el ejemplo de san Francisco de Sales que afirmaba que prefería escuchar que hablar, porque ya sabía lo que él podría decir, pero no lo que dirían los demás, y hasta de quien menos se espera hay algo bueno que se puede aprender si se tiene la apertura -de oídos y de corazón- para saberlo acoger.

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