y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Candelaria en el Año de la fe

Alejandra María Sosa Elízaga**

Candelaria en el Año de la fe

Vivir el Año de la fe no sólo implica existir mientras éste transcurre, sino aprovecharlo como un tiempo privilegiado para afianzar y compartir nuestra fe.

Y eso implica darle un nuevo aire, un nuevo enfoque a todo lo que nos toque vivir en este año, y contemplarlo desde el punto de vista de la fe.

En ese sentido, ahora que celebraremos la fiesta de la Candelaria, no nos limitemos a vestir al Niño Dios, llevarlo a bendecir a la iglesia y comer tamales, sino hagamos algo especial para fortalecer y compartir con otros nuestra fe.

He aquí cinco propuestas:

  1. Si se va a mandar vestir la imagen del Niño Dios, elegir una ropita inspirada en un texto bíblico (por ejemplo, Buen Pastor, Luz del mundo, Rey del universo), o bien inspirada en alguna revelación privada autorizada por la Iglesia (por ejemplo, Sagrado Corazón, Señor de la Divina Misericordia).
    Escribir en una hojita un pequeño texto que explique el significado del atuendo elegido para el Niño, incluida la cita bíblica que dicha elección,, y compartirlo con quienes se reunirán ese día a celebrar.
    (Y ¡¡por favor!! que a nadie se le ocurra vestir al Niño de algo indebido, como por ejemplo llenarlo de moneditas de oro.
    Recordemos que Jesús eligió venir pobre a este mundo, que siempre se expresó con desprecio del dinero, lo llamó injusto, ajeno, cosa sin valor.
    No puede gustarle que traten su imagen como si fuera un muñeco con el que se intenta realizar un acto supersticioso para dizque atraer dinero.
    Ojalá se destierre para siempre esa aberración).
     
  2. Procurar asistir a Misa el día 2 de febrero, y de ser posible, proponer a su párroco que se recupere la tradición, que está contemplada para la liturgia de ese día, de que antes de la Misa haya en el atrio o en la calle, una procesión con velas que se encienden y se bendicen.
    Es algo muy bello que se ha perdido tal vez por miedo al ‘chorreadero’ de cera, pero ello se evita si cada vela se encaja en un papel o vasito, y vale la pena recuperar el signo que dio el nombre a esta fiesta: Candelaria viene de candela, de vela, es una fiesta de luces, en honor a Jesús, que en el Evangelio de ese día es llamado “Luz que alumbra a las naciones” (Lc 1, 32).
     
  3. Una vez en casa, antes de comer o cenar los tradicionales tamales, reunirse, encender de nuevo las velas, leer de nuevo el Evangelio proclamado en Misa.
    Que quien lo desee, comparta con los demás un ejemplo concreto que muestre cómo Cristo ha sido su luz, ha iluminado su vida o algún acontecimiento específico de ésta. Al terminar su intervención, cada uno agradece a Dios y dice: “Señor tú eres mi lámpara, Dios mío, Tú alumbras mis tinieblas” (Sal 18, 29).
     
  4. Repartir papelitos a los asistentes para que cada uno escriba en él una promesa que le hará a Jesús: una manera concreta como le ofrece colaborar con Él para que se difunda Su luz.
  5. Apartar unos tamalitos para dárselos a alguien que no tiene recursos para comprarlos o alguien que le invite a compartirlos. No olvidar que en el # 14 de la Carta Apostólica ‘Porta Fide’ con la que el Papa Benedicto XVI nos convocó al Año de la fe, nos invita a expresar nuestra fe en la caridad.
*Publicado el domingo 27 de enero de 2013 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.831, p.6.
También en la pag web de 'Desde la Fe' (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx)
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