y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Por qué buscar la declaración de nulidad?

Alejandra María Sosa Elízaga* María Sosa Elízaga**

¿Por qué buscar la declaración de nulidad?

‘¿Cómo le puedo hacer para obtener mi divorcio por la Iglesia?’

Es una pregunta que mucha gente llega a plantear a las oficinas parroquiales.

De entrada hay que explicar que no existe el ‘divorcio por la Iglesia’, pues “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mc 10, 9).

Lo que puede hacer un católico que se ha divorciado, es solicitar ante el Tribunal Diocesano la revisión de su caso, para que se determine si hubo o no matrimonio.

La Iglesia no divorcia ni anula matrimonios.

Lo que hace es examinar y dictaminar si se cumplieron o no las condiciones indispensables para que el matrimonio fuera válido.

Mucha gente cree que la única razón para realizar este trámite es quedar libre para poderse casar por la Iglesia, pero existen otras.

A continuación se presentan las que dieron diez personas que lo llevaron a cabo. Lo que dijeron tal vez anime a alguien a hacer lo mismo.

  1. Duele recordar, pero sabes que es la última vez que vas a pensar en eso, y sacarlo todo permite dar un cierre a esa parte de tu vida y seguir adelante. Se los recomiendo a todos. MG
  2. Es liberador verlo con la perspectiva que da el tiempo y la distancia y darse cuenta de que muchas culpas que venía cargando no eran mías ni suyas. Me quité un gran peso de encima. EV
  3. Fuera lo que fuera el resultado, yo quería saber. Pensaba: si me dicen que mi matrimonio es válido, pues a seguir orando por la santificación de mi cónyuge; si me dicen que es nulo, me libero de ese vínculo y empiezo una nueva vida. No hay que quedarse con la duda. SB
  4. Me estaba alejando de Dios. Como no comulgaba, empecé a dejar de ir a Misa, y como no me confesaba, sentía que acumulaba pecados. Felizmente mi matrimonio fue declarado nulo, pude volver a participar de los Sacramentos, me he acercado mucho a Dios. Uno no se da cuenta de lo que se está perdiendo, hasta que lo recupera. NG
  5. No es tan caro como pensaba, y además me dieron facilidades para pagar. RI
  6. Fue un trámite relativamente rápido y discreto. Y obtener la declaración de nulidad me dio la tranquilidad de saber que si encuentro a alguien con quien me quiera casar, puedo casarme por la Iglesia y contar con la bendición de Dios y Su gracia, para amar a mi cónyuge como Dios nos ama, porque ¡si me atengo a mis pobres fuerzas acabaría divorciándome otra vez! SN
  7. Me sentía mal por no haber invitado a Dios a mi boda, haber preferido casarme sabiendo que ya no podría comulgar, recordaba eso que dijo Jesús de que el que no lo prefiere por encima de todos, no es digno de Él. Para mí lo más importante fue poder reanudar mi vida sacramental. PG.
  8. No quería encontrarme otra vez con mi ex ni su parentela, pero no tuve que hacerlo, nunca los vi. Nos citaban en fechas distintas. Es más, ni necesitaba ni presentarse, bastó que yo iniciara el proceso y se me trató con mucho tacto y delicadeza. YZ
  9. Pensé que si declaraban nulo mi matrimonio, mis hijos quedarían como ‘bastardos’ (tenidos fuera del matrimonio), pero no es así. Legalmente ellos siguen siendo nuestros hijos, y ante la Iglesia, son hijos de lo que en su momento pensamos que era un matrimonio válido. Esto no los afectó en nada, seguimos siendo sus papás, aunque nuestro matrimonio haya sido declarado nulo. LV
  10. Es muy emocionante para mí haberme podido casar por la Iglesia con la pareja que amo, y formar un hogar sólidamente asentado en Dios. No nada más acudir a Él para pedirle favores en las emergencias, sino invitarlo a ser el cimiento sobre el que construyamos nuestro hogar. LA

Muchas parejas no solicitan este trámite porque tienen una idea distorsionada del mismo. Por ello vale la pena aclarar:

10 mitos sobre la nulidad matrimonial

  1. La Iglesia ‘anula’ el matrimonio
    La Iglesia nunca ‘anula’ un matrimonio; nunca separa lo que Dios ha unido.
    Examina si esa unión era válida, pues el matrimonio es una especie de contrato y los contrayentes deben tener la capacidad y libertad de cumplirlo, si no la tienen, el contrato es inválido, no hay matrimonio, se declara nulo.
     
  2. Es un proceso demasiado complicado
    Es bastante sencillo. Acudes al tribunal por un cuestionario; lo respondes en casa, lo entregas; llevas dos testigos a entrevistas personales y privadas con el sacerdote a cargo del caso. Se da un primer veredicto que pasa a revisión y luego el definitivo. Dura meses.
     
  3. Es un proceso carísimo
    Aunque no es tan caro, se está analizando la forma de abatir costos al máximo.
     
  4. No quiero enfrentarme a mi ‘ex’, y además sé que no estaría de acuerdo
    No se tienen que ver, y tampoco se necesita la autorización del ex cónyuge para realizar este trámite si vive en otra ciudad o ha sido imposible contactarle.
     
  5. Por el amor que le tuve y por los hijos que tenemos, no quiero ir a hablar mal de mi ex
    Realizar este proceso no es ‘ir a hablar mal’ de nadie, sino exponer los hechos para determinar si hubo causales que lo invalidan.
     
  6. Me da pena contar ciertas cosas
    Los sacerdotes encargados han escuchado de todo, no se espantan de nada, y tratan el asunto con la mayor delicadeza y discreción.
     
  7. Todos sabrán mis intimidades
    Lo que se dice ahí es como bajo secreto de Confesión, no se divulga absolutamente nada. Incluso a los testigos se les pide prestar juramento de no revelar lo dicho en la entrevista.
     
  8. Mis hijos quedarían como ilegítimos
    El reconocimiento de los hijos ante la ley civil no se altera si el matrimonio religioso es declarado nulo. Y la Iglesia los considera concebidos dentro de lo que de buena fe se creía un matrimonio válido.
     
  9. Si declaran que mi matrimonio era válido, ¡tendría que volver con mi ex!
    Saber que tu matrimonio es válido puede animarle a luchar por recuperar su matrimonio, pero no te obliga, y te permite saber que si te vuelves a casar sólo sería por el civil.
     
  10. No tiene caso
    Sí lo tiene. Te permite cerrar ese asunto, dejar atrás esa experiencia dolorosa, sanar el corazón y quedar libre para que si deseas volverte a casar, no tengas que esperar para recibir el Sacramento del Matrimonio, la gracia de Dios para amar a tu cónyuge con el amor con que Dios los ama a ustedes; poder acudir al Sacramento de la Reconciliación y recibir la Eucaristía. ¡Claro que vale la pena!
Publicado en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, dom 23 de agosto 15, pp, 2 y 3.