y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

La verdadera duda

Alejandra María Sosa Elízaga*

La verdadera duda

-¿Y ésto?, ¿te late que sí pasó?
-Naaa
-Y ¿esto otro? 
-Naaa, eso tampoco

Se ha vuelto moda poner en duda lo que narran los Evangelios. Hace poco el superior de una orden religiosa se atrevió a asegurar que como en tiempos de Jesús ‘no había micrófono’, no se sabe con certeza qué fue lo que en verdad ocurrió. Ignora que el pueblo judío tenía una impresionante tradición de transmisión oral, y que los Evangelios fueron escritos por contemporáneos de Jesús, cuando estaban vivos muchos de los testigos de lo que ahí se cuenta, que hubieran podido desmentirlo si hubiera sido un invento. Y sobre todo, pasa por alto la acción del Espíritu Santo, autor intelectual que inspiró a todos los que escribieron la Sagrada Escritura.

Hay quienes acostumbran decir, refiriéndose a algún evangelista, que ‘pone en boca de Jesús’, tal o cual afirmación, con lo cual crean la enorme duda de si Jesús no dijo lo que se supone que dijo, si no fueron palabras oídas y transmitidas fielmente por testigos, sino invenciones de quienes ‘las pusieron en Su boca’.

Toda estas hipótesis lo único que provocan es que se ponga en tela de juicio todo lo que dicen los Evangelios, juzgando con criterios puramente humanos lo que ahí se narra. ¿Tiene lógica? Entonces sí sucedió. ¿Es algo inexplicable? Ah, entonces de seguro es una ‘creación literaria’ de quien lo escribió. 

En ese plan, acaban concluyendo que de seguro Jesús no calmó la tempestad, ni caminó sobre el agua, ni multiplicó panes y mucho menos resucitó. ¡No creen en nada más que en lo que a ellos, con su estrecho criterio pegado al suelo, les suena razonable.

Por eso me alegra mucho leer lo que dice la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa antes del Evangelio que narra la Transfiguración (ver Mt 17, 1-9), uno de esos hechos que a los escépticos crónicos de seguro les parece inverosímil, simbólico, creado por los evangelistas, que supuestamente imaginaron la escena, y más supuestamente inventaron frases y las ‘pusieron en boca’ de Jesús y hasta ¡de Dios Padre!

En dicha Segunda Lectura se lee una carta de san Pedro (ver 2Pe 1, 16-19), quien en el relato de la Transfiguración es mencionado como uno de los tres discípulos de Jesús que estuvieron allí con Él mientras se transfiguraba frente a ellos en el Monte Tabor.

Jesús les pidió que no dijeran lo que habían visto, sino hasta después de que resucitara. Y así lo hicieron, y cuando lo anunciaron, como era de esperar, hubo quienes no creían, como hay quienes hoy tampoco creen, que aquello hubiera podido pasar.

Entonces san Pedro afirmó acerca de lo que anunciaron: “no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza.” 

Y por si hubiera alguna duda, aclaró que se refería al momento en que Jesús se transfiguró: “Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre Él, diciendo: ‘Éste es mi Hijo amado, en quien Yo me complazco’...” 

Y remató clara y rotundamente: “Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo”.

¡Zas!, ¿qué duda cabe?, ¿qué posibilidad de interpretar la Transfiguración como simbólica? Realmente ninguna. 

Y lo mismo sucede con muchos otros sucesos que narran los Evangelios por ejemplo la concepción virginal de Jesús, los milagros y exorcismos que realizó, la institución de la Eucaristía, Su Muerte y Resurrección, y Sus apariciones, ya resucitado.

Ojalá esos ‘expertos bíblicos’ que se creen muy listos porque dudan de todo, se abran a la verdadera duda, la de preguntarse si no será que se han equivocado, pues muchos de los textos que ellos a priori han descalificado, deberían haber sido literalmente interpretados.

Publicado el domingo 6 de agosto de 2017 en la pag web y de facebook de ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México; en la de SIAME (Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México) y en la de Ediciones 72, editorial católica mexicana.