y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Favorecidos

Alejandra María Sosa Elízaga*

Favorecidos

‘Yo hago lo que sea por mis seres queridos, pero nada más por ellos.’

Es una manera de pensar muy arraigada en mucha gente que se preocupa sólo por ayudar a sus familiares y amigos y se despreocupa de todos los demás.

Pero no es la manera de pensar de Dios.

Dios nos ama a todos y nos ayuda a todos.

Por eso puede llamar la atención lo que afirma san Pablo en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa: “Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28). En la traducción de la Biblia de Jerusalén dice: “sabemos que en todas las cosas interviene Dios a favor de los que le aman”.

Esto podría sonar como que Dios tiene favoritismos, que procede como cualquier ser humano, que beneficia sólo a quienes le aman, y a los que no, los ignora.

Pero no es así.

Para comprenderlo, cabe preguntarnos, ¿quiénes son los que aman a Dios?, más aún, ¿en qué consiste amar a Dios?

A nivel humano, ¿cómo sabes que amas a alguien? Entre otras muchas, cabe destacar dos características muy significativas: buscas y procuras, en la medida de tus posibilidades, su bien, hacerle feliz, y también quieres pasar el mayor tiempo posible a su lado.

Tratándose de Dios, amarle consiste, en primer lugar, en corresponder a Su amor, ya que, como dice san Juan, “Dios nos amó primero” (1Jn 4, 19), consiste en buscar y procurar no fallarle, no defraudarle, sino cumplir en todo Su voluntad. Y desde luego, también quieres pasar a Su lado el mayor tiempo posible, en este mundo, y luego toda la eternidad.

En ese sentido, se comprende que todo contribuya para bien de los que aman a Dios porque viven aprovechando todo lo que les pasa, bueno o malo, para ofrecérselo con amor, para crecer en santidad, para interceder por otros. Buscan siempre la cercanía con Él, leer Su Palabra, dialogar sabrosamente con Él en la oración; participar devotamente de la Eucaristía, dedicar tiempo a visitarle y adorarle. Lo viven todo no buscando solamente un beneficio mundano y temporal, sino un camino de santidad, con miras a la eternidad.

Así, eso de que en todas las cosas intervenga Dios para favorecer a los que le aman, no significa que no intervenga para favorecer a los que no le aman. Él a todos favorece, a todos da Su gracia a manos llenas, a todos colma de bendiciones. La diferencia es que los primeros las saben percibir y aprovechar, y los segundos las dejan pasar.

Publicado el domingo 30 de julio de 2017 en la pag web y de facebook de ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México; en la de SIAME (Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México) y en la de Ediciones 72.