y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿A quién sirves?

Alejandra María Sosa Elízaga**

¿A quién sirves?

No hay ateos.

 Dios nos creó necesitados de Él.

 Puso en nuestro interior una sed que sólo Él puede saciar.

Decía san Agustín: ‘Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en Ti’.

Quienes se declaran ateos (casi siempre exasperados porque Dios no condescendió a manifestárseles como ellos pretendían, o porque quisieron librarse de ciertas normas morales o espirituales, y lo más rápido y cómodo fue declarar a Dios inexistente para poder vivir como se les diera la gana sin pensar en rendirle cuentas....), dicen no creer en Dios con mayúscula, pero no pueden evitar adorar a algún dios con minúscula.

Para satisfacer su ansia de trascender sus límites, su necesidad de pertenecer a alguien o a algo más grande que ellos, hacen de lo que sea su dios.

Afirmaba el famoso escritor inglés Chesterton: ‘cuando el hombre no cree en Dios, no es que no cree en nada, es que cree en cualquier cosa’. En otras palabras, como dice el dicho: ‘el que no conoce a Dios, dondequiera se anda hincando’.

Y así, para algunos, su dios es el poder, el afán de dinero, para otros es la política, el deporte; la tecnología, el arte; otros más vuelven su dios el alcohol, la droga, la belleza física, el placer sexual...

Y en el servicio de estos falsos dioses desgastan, desperdician su vida.

Y digo desperdician porque hay una diferencia incomparable entre servir a esos dioses y servir al verdadero Dios.

Por ejemplo, los dioses del mundo son impacientes, inclementes y exigen resultados, triunfos contantes y sonantes, en cambio Dios toma en cuenta no sólo las acciones sino las buenas intenciones, ve lo bueno aunque sea minúsculo y esté oculto en lo más profundo del corazón.

Los dioses del mundo no perdonan errores ni fracasos, en cambio Dios es misericordioso y está siempre dispuesto a disculpar, a dar otra oportunidad.

Los dioses del mundo no son agradecidos ni ofrecen una recompensa real o duradera, en cambio Dios premia hasta de la más insignificante buena obra, y nadie le gana en generosidad, y Su recompensa comienza en esta vida, pero no termina aquí sino que continúa por toda la eternidad.

Dice el salmista, “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor” (Sal 34,9).

Lamentablemente nos vemos constantemente tentados a servir a los señores del mundo.

Por eso resulta oportuno lo que leemos en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Jos 24, 1-2a.15-17.18b).

Josué, el hombre que quedó al frente del pueblo de Israel a la muerte de Moisés, plantea una cuestión de impresionante actualidad:

“Digan aquí y ahora a quién quieren servir: ¿a los dioses a los que sirvieron sus antepasados...o a los dioses...en cuyo país ustedes habitan?”

Y a continuación elige el camino mejor, el que ojalá elijamos también nosotros:

“En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor”.

*Publicado el 23 de agosto de 2015 en la pag web y de facebook de 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) , en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx), y en las de Ediciones 72. Conoce los libros y cursos de Biblia gratuitos de esta autora y su ingenioso juego de mesa 'Cambalacho' aquí en www.ediciones72.com