y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Necesidad

Alejandra María Sosa Elízaga**

Necesidad

¿Por qué Dios nos hizo tan necesitados de todo?

Pudo habernos creado de tal manera que no experimentáramos ninguna necesidad, pero eligió no hacerlo así.

¿Por qué?

De este lado de la eternidad no podemos saberlo a ciencia cierta, pero cabe imaginar que tal vez fue Su manera discreta de atraernos hacia Él respetando nuestro libre albedrío.

Ser y reconocernos necesitados no nos deja caer en la autosuficiencia, nos mueve a admitir que por nosotros mismos no podemos conseguir lo que nos hace falta, que en todo dependemos de Dios.

Y también cabe considerar que tal vez Dios quiso aprovechar que sabemos lo que se siente tener una necesidad física o emocional, para trasladar esta experiencia al plano espiritual, y que podamos captar y comprender lo que nos da a entender.

Y así, quizá nos hizo necesitados de alimento y bebida, para poder invitarnos a comer Su Carne y beber Su sangre  (ver Jn 6, 35.53-58).

Nos hizo necesitados de reposo, para poder decirnos: “Vengan a Mí todos los que estén agobiados y fatigados por la carga y Yo os daré descanso” (Mt 11, 28).

Nos hizo necesitados de amor incondicional, para poder decirnos: “Los amaré aunque no lo merezcan” (Os 14,5).

Nos hizo necesitados de consuelo para poder prometernos que secará todas nuestras lágrimas (ver Is 25,8; Ap 21,4).

Nos hizo necesitados de perdón para poder contarnos la parábola del hijo pródigo e invitarnos a reconciliarnos con Su Padre y fundirnos en Su abrazo (ver Lc 15, 11-32).

Nos hizo necesitados de amistad, para poder ofrecernos la Suya y darnos la mayor prueba de ésta, entregando Su vida por nosotros Sus amigos (ver Jn 15, 13-15).

Nos hizo necesitados de alegría para poder invitarnos a ser dichosos, a descubrir cuál es el verdadero gozo que nadie nos puede arrebatar (ver Mt 5, 1-12; Jn 16, 22).

Nos hizo inseguros en la oscuridad para animarnos a seguirlo a Él, que es Luz del mundo.  (ver Jn 8, 12).

Nos hizo temerosos de la muerte para llamarnos a vivir a Su lado para siempre. (ver Jn 14,2).

Decía san Agustín: “Señor, nos creaste para Ti y nuestro corazón no descansa hasta que no descansa en Ti”

Dios nos creó con un hueco en el alma que sólo Él puede saciar.

En la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Is 55, 1-3), nos llama a acudir a Él, que nos lo da todo gratuita y generosamente.

Qué pena (para Él y más ¡para nosotros!), si en lugar de permitir que sea Él quien sacie nuestra necesidad, nos convertimos en adictos de toda clase de cosas que prometen satisfacernos pero nos dejan vacíos y un día lo escuchamos decir de nosotros lo que lamentaba en la Primera Lectura de la Misa hace unos días: “Me abandonaron a Mí, fuente de agua viva, y se construyeron cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jer 2, 13).

Pidámosle ayuda para saber acudir sólo a Él en nuestra necesidad.

Rogarle, como dice el poema: “haz que mi sed me alumbre hasta Tu manantial” * 

*(‘Sentencia compartida’ poema del libro ‘Camino de la Cruz a la Vida’, Ediciones 72, editorial católica, México, p.85).

*Publicado el 3 de agosto de 2014 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la pag. del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx). Conoce los libros y cursos de Biblia gratuitos de esta autora y su ingenioso juego de mesa 'Cambalacho' aquí en www.ediciones72.com