y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Telar

Alejandra María Sosa Elízaga**

Telar

Una mujer indígena está tejiendo en un telar que tiene un extremo atado a su cintura y el otro extremo amarrado a un árbol. Al pie del árbol juega en el suelo su niño.

Si éste alza la mirada y mira por debajo la tela, sólo ve los hilos sueltos, los nudos, los remates, pero si se levanta y contempla el otro lado, la parte de arriba, descubrirá el diseño, hermoso y perfecto, paciente y sabiamente planeado y realizado.

Si sólo mira desde abajo, no lo alcanza a entender ni a apreciar, y probablemente hasta le parezca feo. Qué diferencia si lo aprecia desde otra perspectiva.

Así sucede con las cosas de Dios.

Si las juzgamos sólo desde nuestra perspectiva humana, no logramos entenderlas, pero podemos tener la certeza de que cuando las veamos desde el punto de vista de Dios descubriremos cómo Él fue urdiendo la trama de nuestra vida, hermoseándola, perfeccionándola, introduciendo lo que a nosotros nos parecían hilos suelos o incluso dolorosos nudos, pero que tenían un sentido, y que el final resultó extraordinario.

El Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver 20, 27-38), es ejemplo de esto. Presenta a unos hombres que por juzgar con sus limitados criterios humanos la vida después de la vida y no lograr comprenderla porque consideraron que era igual a la de este mundo, simplemente se rehusaron a creer en ella. Se acercaron a Jesús a plantearle un caso que según ellos mostraría que creer en la Resurrección era un absurdo, y resultó que lo único absurdo fue el ejemplo que pusieron, porque en un dos por tres Jesús les demostró lo equivocados que estaban y les hizo ver que sí existe la Resurrección, y no es como pensaban.

Como a ellos, también a nosotros nos puede suceder que por no comprender cabalmente lo que Dios propone o permite en nuestra vida, nos rehusemos a creer en Él o a cumplir Su voluntad.

Pero quien se queda sin Dios se queda a la deriva en este mundo, navegando sin brújula ni rumbo, y sin la esperanza de alcanzar un puerto seguro.

En cambio la fe en la Resurrección nos da la fortaleza para enfrentar lo que sea que nos toque vivir, como lo muestra la Primera Lectura, con confianza en Dios y la certeza de que para nosotros y nuestros seres queridos, hay vida después de la muerte.

Y que nadie piense que esa fe es el ‘opio del pueblo’ que lo adormece para que se resigne a pasar por esta vida con los ojos cerrados a todas las dificultades e injusticias propias y ajenas, esperando a abrirlos hasta que llegue al cielo, nada de eso.

El cristianismo no consiste en estar de brazos cruzados ante los problemas propios y ajenos; nos conforta y nos da una firme esperanza para la vida futura, pero también nos llama a trabajar en esta vida para bien propio y de quienes nos rodean.

Lo expresa bellamente san Pablo en la Segunda Lectura: “Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras.” (2Tes 2, 16-17).

Si confiamos en que el telar de nuestra existencia está en las manos de Dios, Él nos enseñará a entretejer nuestros hilos con los de los demás y aprovechará incluso lo deshilachado para crear una obra maestra, de la que esperamos un día poder contemplar lo que ahora no alcanzamos a ver, el otro lado.

*Publicado el 10 de noviembre de 2013 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la pag. del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx). Conoce los libros y cursos de Biblia gratuitos de esta autora y su ingenioso juego de mesa 'Cambalacho' aquí en www.ediciones72.com