y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

De todos modos

Alejandra María Sosa Elízaga**

De todos modos

Expresiones burlonas, mirar al techo como diciendo: ‘¡otra vez con lo mismo!’ o ‘¡a ver a qué horas se calla!; intentar cambiar de tema; dejar que reine un silencio denso; hacer mutis; dar un portazo, cortar la comunicación.

Si en tu intento de compartir tu fe con alguien, te responden con alguna de esas actitudes, ¿cómo reaccionas?

Le hice esa pregunta a algunas personas.

Unas dijeron que se enojarían, otras que se desanimarían, la mayoría reconoció que probablemente ya no querría volverlo a intentar.

Pero ni enojarse ni desanimarse es lo que pide Jesús cuando envía en Su nombre a setenta y dos discípulos, según leemos en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 10. 1-12.17-20).

En primer lugar les dice que los envía “como ovejas entre lobos” (Lc 10,3), y cuando uno esperaría que luego de tan descorazonador anuncio, les sugiera que se armen hasta los dientes, que vayan bien preparados para defenderse y atacar, hace ¡todo lo contrario!, les pide que no lleven prácticamente nada, ni dinero, no morral, ni sandalias, vamos, ni siquiera comida.

¿Por qué los manda tan indefensos sabiendo lo que les espera?

Porque si van como ovejas, Él será Su Pastor, Él les cuidará, proveerá lo que les haga falta.

En cambio si van en plan de lobos, si deciden recurrir a la violencia, morder y aullar para hacerse oír, dejarán de ser parte de Su rebaño, tendrán que atenerse a sus propias fuerzas y sin duda fracasarán.

Aquí se comprende por qué san Pablo dice que en su debilidad radica su fuerza (ver 2Cor 12,10), claro, porque en su debilidad depende enteramente de Dios, que nunca defrauda a los que en Él confían.

El que va en nombre de Cristo no puede amoldarse a los criterios de un mundo en el que impera la violencia, el aplastar al otro, el imponerse por la fuerza.

Para el cristiano la única fuerza ha de ser la de la verdad, la única violencia la que se ejercite contra el pecado, no contra el pecador; lo único que ha de aplastarse, es la propia soberbia.

En segundo lugar, dice Jesús a Sus enviados, que si la gente no los recibe, le digan: “Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos” (Lc 10, 11).

Como en estos días a quienes vivimos en relativa cercanía del Popocatépetl nos ha estado lloviendo ceniza volcánica, tal vez nos suena normal eso de sacudirnos el polvo de los pies, pero Jesús propone ese gesto con otra intención. Por eso les pide que aclaren que es una “señal de protesta” por no haber querido recibirlos.

Se trata de hacer que la gente se dé cuenta de que sus actitudes de cerrazón son rechazadas, desaprobadas por estos hombres de Dios que han venido con toda humildad y paz a anunciarles la Buena Nueva.

Es otro intento de hacerla reaccionar, recapacitar.

Y por si eso no fuera suficiente, les pide que digan:

“De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca” (Lc 10, 11).

De todos modos.

¿Qué significa esta expresión?

Tal vez se la puede interpretar de dos maneras.

La primera, como sinónimo de ‘a pesar de todo’, es decir, aunque de momento no quieran oírnos, aunque tengan cerrado el corazón, aunque hoy sean como ese terreno duro en el que no penetra la semilla, ‘de todos modos’ les anunciamos la Buena Nueva, confiando en que como es semilla buena, tarde o temprano germinará, dará fruto.

¡Qué conmovedor resulta comprobar una y otra vez que a Jesús no le gusta dar a nadie por perdido!

Él realmente quiere “que todos los hombres se salven” (1Tm 2,4), que no se pierda ninguno de los que Su Padre le ha dado (ver Jn 6, 39).

Es por eso que el Señor no nos acepta la renuncia como testigos Suyos, no quiere que dejemos de ser trabajadores de Sus campos.

Aún cuando nos toque intentar evangelizar a los más recalcitrantes, a los más cerrados, a los más difíciles, el Señor nos invita a seguir dándoles testimonio, a ingeniárnoslas para compartirles algún bello texto bíblico, una anécdota acerca de cómo la fe nos ayudó en cierto momento; a seguir dándoles señales palpables de amistad, de acogida, de verdadera caridad.

Viene a la mente lo que san Pablo le pedía a Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo...” (2Tm 4,2).

Y la segunda manera de interpretar el: ‘de todos modos’, podría ser, hoy en día, en relación con los medios que debemos emplear para evangelizar.

En ese sentido, tal vez hoy deberíamos entenderla como referida a ‘todos los modos’, es decir, que hay que aprovechar todos los medios modernos a nuestro alcance para difundir el mensaje de Cristo, para ir, como esos setenta y dos enviados Suyos, delante de Él a prepararle un lugar a donde Él quiere ir, a donde quiere llegar, a cada corazón.

Por ejemplo, aprovechar el celular o el twitter para enviar frases tomadas de la Misa de ese día o de la Liturgia de las Horas; seguir y compartir en facebook los mensajes de páginas católicas (por ejemplo, ésta de Ediciones 72, y otras páginas, como Catholic net; Católico: Defiende tu fe; Católicos con acción; Católicos firmes en su fe; Cristianos Católicos en el mundo; Catholic link; News.va Español; Rome reports; The Divine Mercy, Catholic Answers, etc.); aprovechar el internet para leer y compartir con otros, la Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica, los documentos vaticanos (por ejemplo, la nueva Carta Encíclica que publica el Papa Francisco, disponible AQUÍ).

Y desde luego hacer buen uso de ese método antiquísimo y sumamente efectivo, que a pesar de todas las tecnologías no pasa de moda: el encuentro personal, cara a cara, en el que comunicamos de tú a tú, a aquellos con los que convivimos en casa, en el trabajo, en la escuela, en el transporte público, gestos concretos de perdón, de comprensión, de solidaridad, que les hablan más elocuentemente que nuestras palabras y pueden acercarlos a la fe, a la esperanza, al auténtico amor cristiano.

Jesús envió y sigue enviando a setenta y dos discípulos a evangelizar.

Es el número que se menciona en el Antiguo Testamento para referirse a todos los pueblos que se dispersaron por la tierra después del diluvio, (ver Gen 10); tiene, pues, un sentido de misión universal, de no limitarse a ir a un solo pueblo sino a todo el mundo.

Hoy en día, entre esos setenta y dos enviados nos contamos tú y yo.

Al igual que a aquéllos, Jesús nos envía a nosotros también, como ovejas entre lobos, a los lugares a donde Él piensa ir.

Y como a ellos, nos envía en Su nombre, a anunciar la Buena Nueva a todos, de todos modos, de todos los modos.

 

Nota:

Aprovecho para felicitar a Ediciones 72, por cumplir diez años de haber sido constituida con el propósito de que sus publicaciones sean como esos setenta y dos enviados, y hablen de Dios a todo el mundo.

Y doy gracias a Dios porque ha sido a través de dicha editorial católica que se han podido publicar y difundir mis libros, cursos de Biblia, artículos, y el ‘Cambalacho’.

*Publicado el 7 de julio de 2013 en la pag web de ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la pag. del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx). Conoce los libros de esta autora, sus cursos de Biblia gratuitos, su ingenioso juego de mesa ‘Cambalacho’, aquí en www.ediciones72.com